CAPÍTULO 19° PARTE 4/4

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——Inquietudes y problemas——

(4/4)

A


Departamento Córcega...
Doña Blanca dejo la taza de café frente a Amapola.

Amapola tenía el semblante desmejorado y su cuñada lo notaba a quilómetros.

—A ver. —Solto Doña Blanca tomando asiento. —Dime... ¿Que te pasa con Audifaz ahora? —Preguntó, habían terminado las tareas en la cocina y Doña Imelda se había pasado a su habitación para descansar.

Amapola le dio un trago al café.

—¿Como sabes que es por mi esposo? —Preguntó ella y Doña Blanca le dio una mirada obvia.

—Ay Amapola por favor. —Dijo ella. —Si algo malo pasa, es por que mi suegra o tu esposo tienen que ver. ¿O es Aristotéles? ¿Le pasa algo? —Preguntó ella y Amapola suspiró.

—No no. —Dijo negando. Aunque que razón había para callar, después de todo con quien más podía hablarlo. —Tienes razón. Es sobre Audifaz. —Confesó, miró detrás de si para ver si no había nadie, Doña Blanca la imitó. —Después de que Aristotéles regresara de la fiesta el viernes por la noche, aunque creo que ya era sábado, en fin, Audifaz estuvo a punto de ponerle una mano encima. —Doña Blanca se sorprendió, aunque segundos después su mirada cambió a una más suave.

—La verdad, es que ya se me hacia extraño, ya se había tardado hacerlo. —Dijo ella y Amapola asintió estando de acuerdo.

—Blanca, ya lo se, pero. Eso no fue lo peor, lo peor vino cuando discutimos en la mañana. —Dijo con expresión desganada.

—¿Que pasó? —Preguntó Doña Blanca preocupada, pues Amapola no tenía el mejor semblante.

—Estaba tan enojada Blanca, tan enojada e indignada que le dije que de seguir de aquella forma, le iba a pedir el divorcio.

Doña Blanca quedó sorprendida.

—¿No? ¿Lo hiciste? No creo que Doña Imelda te deje hacer algo así. Seguro estará de lado de su hijo y... No creo que sea buena idea. —Dijo ella preocupada.

Amapola estaba segura de ello.
Pero también estaba segura de que no daría el brazo a torcer.

—¿Y que quieres que haga? ¿Que deje que le pegue a mi hijo y luego finjamos que nada ha pasado? —Preguntó enojada, no con su amiga, si no con su esposo y su actitud irascible. —Lo hice en el pasado Blanca... no lo voy a hacer en el presente. No voy a ignorar que le están haciendo daño a mi hijo,  ninguno de mis hijos que son lo más valioso que tengo. —Sentenció ella y Doña Blanca estuvo de acuerdo.

—Eres una gran madre Amapola. Una gran madre.



Cuauhtémoc tenía su portátil sobre su regazo, mientras que Ana Lupe tenía un nuevo cambio de vestimenta y una compresa sobre su estómago.

Miró a su hermana, hacia mucho que nadie la venía a buscar.

—¿Donde están los chicos? —Preguntó interesado.

—En la alberca, me invitaron pero no quise ir. Me sentía mal. —Dijo mientras soltaba un suspiro. —Temo... ¿eso quiere decir que ya soy una mujer?

Cuauhtémoc la observó.

—A ver... siempre fuiste, eres y serás una mujer. Lo que pasa es que estas madurando, ya eres toda una señorita, eso pasa. —Dijo y le sonrió. —Oye... no te preocupes. Aunque no soy una chica, se que se hace en estas situaciones. De hecho, creo que pediré más de estas cositas de chicas. —Dijo sobre las toallas femeninas.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora