CAPÍTULO 32° PARTE 1/3

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——Cuando hay un sentimiento, solemos pasar la mitad de nuestro tiempo pensando en una persona... ¿Hará lo mismo por nosotros? ——


[Parte:2]

Ángel, recargado en una esquina de un corredor, apretó sus dedos sobre su brazo. Sintiendo un ardor insignificante, pero persistente en su muñeca y sobre su piel. Era esa sensación del pasado que estaba grabado dentro de su mente, esparcida como el polvo o agua sucia regada sobre sus pensamientos, notaba que esa sensación aparecía de vez en cuando, indignante trauma y carente de sanación.

Quizá de debía a que él no había terminado de perdonar aquellos que le hicieron daño, según sus psicólogas, esa era la razón.

Pero, ¿como perdonar? Si cuando bajaba la guardia, esas voces, tumbaban como tambores en su mente, golpeando una y otra vez sus sentidos, punzando su cerebro y el odio vuelve a fluir como sangre en heridas.

Duele.

¿Como perdonar?

«Ven... vamos. Jugar un rato... ¿Por que no quieres? Solo vamos a jugar... si no me obedeces... papá se va a enojar y él... suele usar ese feo metal. ¿Si? Ven, juguemos», esa voz en su cabeza, una y otra vez, repitiendo siempre lo mismo, siempre cargando la misma sensación desagradable

Algunos dicen, que tras las terapias, esas voces, esos fantasma van desapareciendo, pero... los ecos, de vez en cuando, arrastran esas inmundas frases a la mente.
Cobran fuerza y dejan esa cruda sensación, de que algo esta ahí, aunque no lo veas.

—Deja de meterte en mi mente —susurró fuertemente en voz baja—, dejenme en paz.



Audifaz entró a la tienda de su madre, encontrándola trabajando en algunos documentos, apresurado se sentó frente a ella.

Con la voz tensa llamó su atención, sus dedos rodaban el sombrero entre sus dedos, delatando su nerviosismo,  pues su madre era la única persona a la cual le era difícil de desafiar.

—Madre...

Doña Imelda levantó la mirada y lo observó, este estaba con la mirada algo perturbada, como si le doliera algo interno, esa mirada de preocupación que siempre traía cuando sentía que habia hecho algo malo, era un tic que solía hacer de niño.

—¿Que pasa Audifaz? ¿Que te tiene asi?

—Ay, madre... ya sabe que me tiene de esta forma. Es... el asunto con el Cuauhtémoc ese —dijo y ella suspiró con desgana.

—Ah, ya... ¿Y que hay con eso? ¿Ya le ofreciste tu amistad? ¿Como reaccionó? —preguntó ella y él tragó, en el fondo, Audifaz quería frenar todo, pero no sabía como hacer que su madre desistiera de aquella locura.

—Bueno... si y... reaccionó bien. No me vio como el padre de Aris. El cree que solo soy un amigo de su pasado. Fue muy amble y me creyó todo.

Alegre, Doña Imelda dio un aplauso.

—¡Perfecto! Muy bien hijo —celebró ella el inició de su plan—. Después de esto, muy pronto Cuauhtémoc López dejará de una amenaza para nosotros, por que tú, hijo, lo vas a mantener en raya. No vamos a permitir una locura de nuevo, eso quedó en el pasado. No voy a permitir que Cuauhtémoc López se vuelva a meter en la vida de mi nieto.

—Si, eso es maravilloso madre. Pero... este...

—¿Pero qué?

—Pancho López me cacho justó cuando salía de la habitación de su hijo. Creo que el sabe... digo, el debe de imaginar que nos tramamos algo.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora