CAPÍTULO 38°

98 6 1
                                    

●Dicen que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre.

Pero si estas a la deriva, no hay donde escapar, ni donde esconderse. Las opciones son limitadas y el dolor es solo una constante molestia en el corazón.●




En todo el camino que llevaban camino a la casa de Doña Imelda, Violeta había estado dormida, ya que a veces el sueño era más fuerte que ella y las pastillas solian adormecerla, (aunque una gran parte solo fingió), por lo que no supo que momento habían llegado a la casa, el campo verde se extendía ante ellos y el viento hizo su aparición en cuando Audifaz bajo del auto.

—Vamos madre, hay que entrar a la casa. Como esta cayendo la noche, entonces el clima cambia y ahora empezará a haver frío. Encendere la chimenea para calentar la casa.

La mujer asintió y movio ligeramente  a Violeta, quien tenia la cabeza recargada en la ventana poco a poco fue abriendo los ojos y se dio cuenta de que ya no estaban cerca de casa.

—Ah, lo siento. Creo que me mareo el camino —dijo y abrió la puerta para bajar, suspiró y admiro el paisaje, no estaba tan mal.

Audifaz bajo las maletas y se acercó a la chica.

—Vamos a dentro hija, encenderé la chimenea para que estemos calentitos.

Ella asintió y siguió el hombre dentro de la casa, al verla, Violeta noto dos cosas, no estaba tan fea y lo mejor de todo es que era un lugar despejado, bien podría vivir un tiempo aquí.

—¿Suelen venir aquí? —Preguntó ella y Audifaz negó.

—No, solo lo usamos de vez en cuando, mi madre lo compró hace un tiempo porque que el médico le dijo que tenía que estar al aire libre para mejorar, fue cuando estuvo bajo mucha presión —dejo las cosas en la entrada y la chica se adentró y admiró que la decoración era actual, fresca pero acogedora—, en ese entonces mi madre no podía estar mucho tiempo bajo presión y como tampoco quería gastar en solo rentar el lugar, así que compró la casa.

—Es una linda adquisición, muy alejada de todos y perfecta para vivir un tiempo sin preocupaciones —dijo ella y el asintió.

—Muy pocos conocen donde esta. Solo Blanca, yo y Polita, el resto solo sabe que tenemos una casa de campo. Y tampoco es que hallamos organizado un día de campo reciente. Quizá en un futuro, pero no ahora. Tendría que ser una ocasión especial —dijo él, se acercaron a la sala y vieron Doña Imelda estaba acomodándose.

—Cuando los invite a todos aquí, será por que tenga algo realmente maravilloso que celebrar. Como el nacimiento de mis bisnietos, esos que me darán tu y Aris.

Violeta asintió y se sentó a lado de ella, le tomaron de las manos las manos arrugadas, tibias y seguras de la mujer, muy pocas veces Violeta podía sentir un amor tan cálido como esta, su nana y su madre, fueron las únicas mujeres, las únicas personas que le dieron amor incondicional.

Su padre, el no era muy agradable con ella.

—De verdad gracias por su cariño hacia mi, nunca nadie me había hecho sentir de esa forma. Desde que mu madre se fue, no he vuelto a sentir este cariño desde entonces —dijo ella y la mayor lo entendió y supo que esta chica era una criatura rota por los actos de otros.

●●●
Julieta y su familia habían salido a comer para celebrar la próxima cirugia de su hijo David, pero las risas y la calma se rompió al ver, nada más llegando, como su casa hechaba humo.

—¡Robert, la casa se quema! —Gritó Julieta, al ver aquella situación Robert no pudo hacer nada más que tratar de entrar a la casa por si podía averiguar que habia provocado el incendio, pero su esposa se negó a que el entrará.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora