CAPÍTULO 17° PARTE 1/3

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——Verdades innegables——

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Hugo tomó la mano de su esposa pero ella lo arrebató.
Habían hablado y ella le había exteriorizado lo que había ocurrido tras la llegada de Tizoc de la calle.

—Diana por favor. —Dijo él pero ella negó. —Es solo el comienzo, ya veras que todo cambiará.

—Perdoname Hugo pero Tizoc no me la pone fácil. —Dijo ella negando. —Es un niño insoportable y me quiere tratar como si fuera su sirvienta.

—Mira amor... como ya dije, solo es cuestión de tiempo, Tavo regresará pronto, lo atenderá y listo. Tizoc no puede ser in insensato por el resto de su vida.

—Si si puede ser... además Hugo. No lo necesitamos. —Soltó Diana y Hugo miró las escaleras y rápidamente se llevó a su esposa en la cocina, mientras que en el pasillo Tizoc ya no pudo oír nada más y se retiró enojado.

En la cocina Diana se colocó frente a la isla para después dejar salir un suspiro frustrado. Ella sabía que su esposo jamás separaría a los hermanos, pero tenía que hacerlo entrar en razón, no podia anteponer a un perfecto extraño antes que la tranquilidad de ambos.

—Mira Hugo, perdón, pero Tizoc es tan... Tan difícil. —Dijo ya calmándose ligeramente.

—Amor lo sé, pero no es justo si lo separaramos de su familia... Xochitl es su única familia y yo ya te dije que el puede llegar a ser una mejor persona, nada de lo que sus padres le enseñaron. —Dijo con gran calma, con voz pasiva. Asi como Diana conocia los alcances de aquel niño. Pero su esperanza era la que no cedía. El pretendía junto a si esposa mostrarle a aquel niño lo que es el calor de una familia de verdad. —Mira nada más donde acabaron por no tener el amor correcto... el de unos verdaderos padres.

Y aunque Diana no quería hacerlo, reconocía que deshacerse de él no era la manera correcta.

Lo único que harían sería mostrarle que el mundo era tan cruel como su actitud, que no había nada bueno con sus verdaderos padres, menos con extraños.

—Tienes razón. —Aceptó, era duro, pero tenía que soportar.

El cambio llegaría, pero esperaba que fuera pronto.



Aristotéles no comprendía que que estaba pasando, pero podia deducir que la carta era una mala señal.

—Entonces, ¿que está pasando? ¿Por que esa cara? —Preguntó preocupado ante el gesto de la mujer.

Doña Catalina se vio en una encrucijada, no sabía por donde comenzar, hasta se estaba arrepintiendo de haberle hechado las cartas.

Sin embargo tenía que terminar con la lectura.

—Bueno, para empezar, —Dijo ella. —la carta de la muerte no precisamente predice la muerte.

—Pero la carta cayó a la inversa a mi, y usted dijo que las cartas a la inversa predicen cosas negativas. —Dijo Aristotéles preocupado, aunque no creía en esas cosas, sentía una mala vibra con aquella carta, internamente sentía que nada malo iba a pasar.

—Pero por que pensar en cosas negativas. —Dijo negando, conocia sus cartas, las estrellas siempre fueron su guía, y aunque sabía que aquella carta podia presagiar algo realmente malo, el resto de las cartas dictaban a favor de que lo negativo se tenía que descartar.

—Doña Catalina... diga la verdad. —Dijo Aristotéles insistiendo con la mirada, Doña Catalina miró hacia otro lado y negó.

Tenía que decir la verdad.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora