CAPÍTULO 25° PARTE 2/2

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——Cuando el tiempo se detiene con brusquedad, desmorona los castillos de arena, que son espernaza e ilusión del alma——

(2/2)


Aristotéles llegó a la sala, donde Pancho estaba llegando también.

—¿Como lo viste? —Pregunta Susana tomando la mano de su esposo, este se deja caer en el sillón de la sala de espera.

—Mal... Esta mal. Ay Susana, mi hijo. —Dijo desconsolado sobre su hombro, cierra los ojos con pereza y pesadez, todo el tema del estado de su hijo lo estaba absorbiendo.

Ella trata de regular su respiración, acaricia su cabeza y trata de estar fuerte para él, para su esposo que sufre por su hijo.

Aristotéles se acerca al hombre mayor y mientras se seca las lágrimas, aspira con fuerza tratando de eliminar el nudo en la garganta.

—Pancho... ¿Pue-puedo verlo? Dejame verlo Pancho. Por favor. —Pidió, Pancho no le miró.

Solo asintió soltando un suspiro. No podia negarle a Aristotéles ver a su hijo, Cuauhtémoc y aquel muchacho merecían estar juntos en un momento tan trágico.

—Esta bien Aris. Puedes ver a Temo. Hay una enfermera vigilándolo casi todo el tiempo, ella te dirá que hacer. Esta en la habitación trescientos tres. —Dijo él y Aristotéles asintió.

—Gracias. —Dijo y se fue al encuentro con Cuauhtémoc.

Susana observó el semblante pensativo de su esposo.

—Pancho... ¿Me dejas ver a Temo también? —Dijo ella y él asintió acariciando con pereza el dorso de la mano de Susana.

—La doctora dijo que podemos entrar la familia, claro que puedes. Le informe que el Aris también iba a ver a Temo y tu si querías.

—Gracias. —Dij ella. —Pancho... Hay que traer a los mellizos... Ellos deben saber lo que está pasando. —Dijo Susana y Pancho desvío la mirada, se le había olvidado por completo los mellizos.

Tenerlos en el hospital significaba llevar a Julio, significaba ver a Julio, y en aquellos momentos Francisco no quería ver a su hijo, no quería buscar culpables.

—No... No quiero que Lupita vea su hermano así. —Dijo él, mitad verdad y la otra mentira. —Además, Temo se va salvar, yo lo se. Mi corazón me lo dice.

—Pero Pancho... —Dijo Susana y suspiro, el silencio se rompió cuando Pancho se aclaró la garganta para hablar.

—No Susana no... Temo vio morir a su abuela, fue doloroso para él. No puedo hacerle esto Lupita. —Dijo él y suspiró, sus ojos acuosos y el pecho doloroso.

Susana apretó su mano entre las suyas.
Para Susana era un tema debatible, ella no vio a su padre morir, en su lugar solo se llegó a enterar de ello, fue doloroso, le hubiera encantado haber estado ahí para él, viéndolo y despidiéndose de su padre.

—Sigo pensando que les dolerá más. —Dijo ella, Pancho negó, aunque al final suspiró.

—Esta bien... Lo pensaré.


Aristotéles entró a la habitación.

La doctora estaba chencando los signos vitales de Cuauhtémoc y lo miró de reojo, este no despegó los ojos de Cuauhtémoc.

La doctora Carmen observó al joven antes de checar el suero y la bolsa de sangre.

—¿Es tu amigo verdad? —Dijo ella cerrando la tabla de expediente.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora