31| El viejo Dave

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Luna POV

Jamás pensé encontrarme en una situación cómo ésta, o al menos parecida, lo que el perdedor y yo estábamos pasando era como sacado de película, y por supuesto una muy alocada ya que desde que todos pisamos la mansión embrujada el campamento se volvió de locos.

En primer lugar: ¿A quién se le ocurre construir una mansión aislada de todo el mundo?. Al parecer esas personas estaban en un mal momento porque nadie en su cinco sentidos desearía estar en un lugar como ese, en realidad nada de esa mansión tenía sentido, absolutamente nada, según hemos visto, la mansión está abandonada desde hace muchísimos años atrás y, ¿cómo es que nadie quiso vivir allí si estaba tan solitaria? Pensándolo bien, ni la persona más necesitada del mundo viviría allí.

Luego, a los maestros se les ocurre que sería el lugar indicado para que sus preciados alumnos pasaran dos semanas en ese sitio, por todos los cielos, ¡era una maldita mansión abandonada! ¿En qué cabeza cabe? Oh claro, en la descerebrada del director. Y ahora, hay una diminuta cabaña de duende situada a lo lejos del bosque, ¿quién no pensaría que no es un lugar malo? Seguramente se han violado a millones de personas aquí, eso era lo único en lo que había estado pensando desde que me senté en el sofá observando al viejo Dave beber quién sabe qué en su vieja taza.

Observando detenidamente era un anciano, era de tez morena, sus ojos achicados casi no podían notarse, no era tan alto, viéndolo bien era un pequeño duende, millones de arrugas viajaban por todo su cuerpo y su voz era tan rasposa que me hacía estremecer, incluso casi sentí lástima por él. Matteo lo veía sin ninguna expresión en el rostro, no obstante, la mía era asqueada, pero él perdedor no parecía sentir lo mismo que yo, miraba directamente al señor. Sujeté la taza en mis manos procurando no llenarme de tanto polvo, nos había ofrecido de su té, aunque no parecía ser eso ya que algunos insectos salían del líquido espeso.

—Todavía no me han dicho porqué estaban dentro de mi casa— dijo Dave

—Casita— murmuré, porque a ésta pequeña cosa ni siquiera podía llamarse casa verdaderamente, Matteo me dió una mirada de pocos amigos ante mi corregimiento— ¿Qué?

—No seas maleducada.

—No lo soy, es la verdad.

—Escuchen, no quiero peleas tontas aquí, ni siquiera se han bebido lo que les di— se quejó

—¿Usted de verdad piensa que yo beberé ésta cosa?— pregunté incrédula— Por supuesto que no, las cucarachas no me dan como cerezas, eh.

—Luna— reprimió Matteo entre dientes haciéndome rodar los ojos— Disculpe a mí... Amiga, ella no quiere ser grosera, es sólo que no está acostumbrada a vivir así.

—Sí, ya lo noté. Desde que llegué he visto sus movimientos, estoy seguro que es una niña rica— contestó Dave cerrando los ojos

—Oye— me quejé

—Pero bueno, sigo esperando mi respuesta.

—Estábamos perdidos, encontramos ésta casa y como vimos que no había nadie, entramos, una cosa llevó a la otra— contestó Matteo

—¿Y cómo sabían mi nombre?

—Disculpa, señor duende, pero creo que todos conocen su leyenda, así que no se haga él que no sabe de su mala fama— respondí

—Disculpa, pajarraco peludo— me imitó haciendo que abra la boca ofendida— Pero no sabía que tenía una leyenda.

—Grosero— murmuré haciendo reír a Matteo

—No es una mala fama, solamente dicen que usted es... En realidad no dijeron nada más que usted está loco.

—Y que se come a las personas — añadí después del perdedor

¡Hey tú, perdedor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora