Prólogo

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"Y en medio de la lluvia, juro, que mi amor permanecerá incluso si me llegas a fallar, pondría una venda en mis ojos y seguiría a tu lado, consumiendo cada gota mentirosa que me des. No seas perfecta y falla, grandioso ángel, no me dejes la tarea a mi, sabes que se me hace fácil."

(...)

Jungkook besaba con desespero a la chica que tenía entre sus brazos, dejando que su lengua rosara con la suave piel. Tomaba con fuerza su pequeña cintura, atrayéndola más hacia el y así chocar sus sexos. La gran erección bajo la tela de su pantalón, no provocaba más que la tortura de este.
Ambos estaban en una habitación de un hotel, se habían ido después de una gran fiesta a pasarla aún mejor.

—¡Ah...Jungkook! —Jadeó ella, mientras él, salvajemente besada y dejaba marcas en su cuello.

Pero por su parte, el hombre no respondía nada, no le gustaba emitir palabra alguna cuando se acostaba con cualquiera. Lo prefería así y no cambiaría de opinión.
Sacó con arrebato la ropa de la chica. Mientras que en los bolsillos de su pantalón comenzaba a sonar su celular, era el tono de llamada. Quien interrumpía las más placenteras caricias que se dejaban mutuamente. Regañaban ambos entre dientes, que el molesto sonido no se detenía.
El llevó su mano hasta el bolsillo lentamente.

—No contestes. —dijo ella. Tomó el celular de él entre sus manos y lo lanzó, mientras se desasía del cinturón de Jungkook, con ansias.

Aguantó, para que de sus labios no salieran los gemidos, cuando la chica introdujo en su boca, el miembro sensible de Jungkook.
Se dejaron llevar ambos por la lujuria, mientras que en alguna parte de la habitación aún sonaba incesantemente el celular.

(...)

Jungkook dejó que ella se durmiera, tomó toda su ropa entre sus manos, se vistió, arregló su cabello y buscó su celular. Veinte llamadas perdidas.
Salió de la habitación, pagó todo en recepción y se alejó del hotel a pasos lentos, pero más que seguros. Eran las una de la mañana y su celular volvió a sonar al momento que subía a su auto.

—¿diga? —esperó a que contestarán del otro lado de la línea, pues se escuchaban sollozos.

—¿Jungkook? —sintió su corazón latir con más fuerza, cuando escuchó aquella voz —¿hijo estás bien? —la mujer lloraba —dime que no te han lastimado.

—¿Por qué estás llamando? —preguntó enojado, tratando de regular su pulso.

—Es tu cumpleaños, hijo, yo quería felicitarte.

—Si, si, como sea... ¿cuantas veces debo decirte que no me llames más? me molestas.

—Cariño, déjame explicarte, todo lo que crees no es más que un malentendido... ven a Corea...

Jungkook no aguardó más y cortó, aquella llamada le había puesto de malas.
Su madre lo había abandonado hace unos años, cuando era pequeño, nunca comprendió por qué lo hizo. Incluso fue con ella algunos meses para ver su nuevo estilo de vida. Ella trabajaba de niñera, cuidando dos niñas y un niño poco menor que el. Para ese entonces Jungkook aún no percibía del todo qué sucedía y por qué su madre pasaba más tiempo en ese lugar, que con él y los lujos que le ofrecía su padre. Comenzó a dejar de verla a los 15 años de vida, nunca más supo de ella.

Hoy ya con veintiún años, era completamente independiente, administraba junto a su padre la empresa hotelera que tenían. Si bien su padre podía ser un tirano, jamás lo dejó solo, le enseñó de la vida, a ser fuerte, frío y con un gran cerebro calculador, le agradecía todo aquello.

Llegó a su departamento, ingresó la clave y las puertas se abrieron. Se incorporó al lugar, estaba todo ordenado, a oscuras. Conocía a la perfección su hogar, por lo que no encendió las luces. Suspiró con fastidio y volvió a sentir aquella soledad, que no sabía con que llenar, y que no quería llenar.

Se despojó de sus zapatos y de su ropa, llegó a su habitación y lanzó las llaves de uno de sus autos lejos, para poder ir a tomar una ducha.
Se dejó llevar por la rica sensación que le daba el agua tibia de la regadera, la cual recorría su trabajado cuerpo.

"No de nuevo, por favor, ya basta" —pensó con el constante dolor en su pecho. Paulatinamente, sus saladas lágrimas, se mezclaron con la lluvia artificial que caía desde su cabeza. Su rostro figuraba una pequeña mueca de dolor. Cuanto odiaba sentirse débil, aunque últimamente ya no podía seguir engañándose con aquella situación. Aparentar estar bien, ya no era lo suyo.

Acabó de secar su cuerpo, se puso ropa interior, sacó una pastilla para poder dormir y se acostó. Al cerrar los ojos, su mente hizo recordarle la afable voz de su madre y lo horroroso de su existencia.
Desprendió de sus pulmones, aquel aire que le quemaba dentro, cerrando los ojos para no volver a derramar alguna lágrima.

"Solo de nuevo, Jeon" —volvió a pensar mirando el techo de su habitación.

—Feliz cumpleaños a mi... —cantó solo en la cruel oscuridad de la noche y se durmió, escapando por algunas horas de su desanimada vida.

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Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora