V E I N T E

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Día 4 de 30

Hoy era el gran día de la fiesta para celebrar al nuevo dueño del hotel, o sea yo, y aquello me estresaba.

Prometí presentar a Nayeon oficialmente como mi novia, eso era extraño, jamás había tenido una. Pero la terquedad de esta chica me hizo ceder ante sus peticiones.

No había querido dirigirle la palabra a la hermosura que ahora habitaba bajo mi techo, por la simple razón de temerle. Llegué luego de estar con Nayeon y me refugié en otra habitación del hotel. Y durante la mañana tampoco le vi, se me hacía extraño ese tipo de situación, aún cuando sé que no le debo ningún tipo de explicación.

Ingresé con valentía luego de debatirme por horas el volver a entrar a mi departamento. Pero así lo hice.
Me sentía tan mal conmigo mismo, que simplemente no podía hablarle. Apreté mis labios en una línea, tratando de no echarme a llorar, por tercera vez en el día.

¿Que era lo que sucedía conmigo? ¿Por qué no simplemente se me quitaba esta pena de una maldita vez?

Me aventé al sillón y encendí el cigarrillo número ocho. Lo consumí con desespero, tratando de calmar mi angustia.
Sentía aquella presión en el pecho, me costaba respirar y pensaba que todo el mundo estaba en mi contra. Solo quería llorar y llorar. Y eso hice, dejé a mis lágrimas ser, dejé que recorrieran mis mejillas y calmaran un poco mi dolor.

¿Por qué cada día me siento más hundido en esto? ¿Por qué si tenía todo para ser feliz, no lo era?  Ni siquiera sabía que era lo que me afectaba tanto en este día, solo que quería botar todo.

Mi mente divagar en las causas, quizás sea por qué mi madre me abandonó, y sigue prefiriendo a otros hijos en vez del suyo, o por qué mi padre a mis doce años me dejó solo en un prostíbulo,  quizás porque nunca tuve a alguien a mi lado. Ni siquiera para mi graduación apareció algún alma en pena.

Es que yo jamás tuve una vida digna de admirar. Ni la tendría. De eso estaba seguro.
Sequé mis lágrimas con brusquedad, lo cual no sirvió de mucho por qué seguían saliendo.
Me senté, apoyando mis codos en mis rodillas y oculté mi rostro bajo mis manos. Todo se sentía muy mal. Estaba todo oscuro. Solo pedía a Dios dejar de sentir.

Perdido en mis pensamientos, sentí como dos brazos me rodearon y apoyaban mi cabeza en un delicado y cómodo pecho.

—Jungkook no está solo... —Ella me aferró a su cuerpo, su débil y frágil cuerpo. —Ya no más... —Dijo en un Susurró y yo largué más fuerte el llanto, aferrándome a su camiseta.

No entendía como yo, alguien tan grande, se refugiaba en los brazos de una pequeña chica.
Pero no me importó ya nada, solo me dejé caer sobre ella.
Una de sus pequeñas manos acariciaba con ternura mi cabello, mientras la otra optaba por permanecer en mi espalda. Lentamente se fue recostando en el gran sillón blanco de la sala, hasta quedar tendidos sobre el. Seguía haciendo cariño en mi cabello mientras tarareaba una linda melodía. No sé cuántos minutos pasaron, pero sé que fueron bastantes, cuando por fin calmé mis lágrimas.

Ahora me dedicaba a seguir con mi respiración, la suya, que era muy calmada. Mi rostro estaba apoyado sobre uno de sus pechos, pero no me incomodó, ni lo vi de otra forma. Estaba recargado en uno de sus brazos, mientras que su otra mano, subía y bajaba por mi espalda.

—¿Por qué haces esto? —Pregunté más calmado, aspirando su dulce y rico aroma.

La mucosidad en mi nariz hasta me impedía respirar bien.

—Porque yo quiero a Jungkook... —Sonrió mirando a la nada. Me quedé observando aquellos especiales ojos que desde un comienzo me llamaron la atención.

Con ambos brazos, apreté su cintura más fuerte, tratando de pegarla más a mi, como si eso fuese posible.

—¿Sabes que no soy bueno para ti? Soy horrible. —Entrelace sus piernas con las mías.

Pensé en Nayeon, lo que había pasado con ella y hice enterrarme.

—Para mí tú eres la persona más hermosa, Jeon Jungkook. —Su voz me sorprendió de sobremanera, jamás se había referido a mi de esa forma. —Y eso ni tú ni nadie lo cambiará... ni el paso de los años. Tú ante mi, eres lo más lindo que jamás verán mis ojos.

Mierda, no... sus palabras hacían que quisiera soltar mis lágrimas nuevamente.

—¿Vant? —pregunté cómo un pequeño desconfiado.

—¿Si?

—Si te llegará a fallar, quiero que por favor me mandes al carajo... no quiero que nadie te trate mal, nadie...

—¿Cuanta tristeza puede guardar tu corazón? —Preguntó aferrando mi cabeza a su mentón para luego dejar un casto beso —Yo también haría todo por ti, Jungkook. —Dijo y yo recordé la promesa que anteriormente le había hecho en una habitación de la clínica.
Ella me había escuchado perfectamente.

—¿Te quedarás a mi lado? —Pregunté y me odié al escuchar mi voz temblar.

Estaba completamente quebrantado.

—Hasta que tú me digas que me vaya. —Ella sonrió y yo me aferré a su cuerpo, me elevé para así esconder mi rostro en su cuello.

—Gracias, Vant... —Susurré, para luego aspirar nuevamente su aroma.

Ella me dejó dormir a su lado esa tarde. Aunque bien sabía yo que no podía quedarme así por siempre. En la noche me esperaba una larga velada, con gente superficial, en un lugar lleno de señores importantes, jactándose de sus riquezas. Algo a lo que ya estaba acostumbrado en mi patética y vacía vida.

Aunque ya no tan vacía... ahora había una pequeña estrellita que iluminaba mi oscuro cielo.

Me desperté por el constante golpe que alguien daba a mi mejilla. Abrí los ojos molesto, aquel gesto me dolía y no podían ser las delicadas manos de Vant.

Miré a mi alrededor y ya no estaba la señorita Choi, solo la cara de Jin sonriéndome muy de cerca.

—Levántate pervertido, ya es hora de que te vistas... —Volvió a golpear mi mejilla.

Amaba a Jin, y su tierna manera de ser conmigo, pero ahora no quería nada.

—Ahh... no quiero ir. —Oculte mi rostro el el sofá, bufando y dando reclamos.

—Es tú fiesta, tontito, no puedes faltar.

—Me quiero quedar con Vant. —pedí muy en serio.

Jin me tomó de las piernas y jaló fuertemente para despegarme del sofá. Tras una constante lucha entre los dos al fin lo logró.
Lo miré enojado cuando caí al suelo.

—Bien, me iré a vestir. —Me levanté y le pegué a Jin en la frente.

—A propósito... TÚ novia llamó —Jin hizo una pausa y levantó una de sus cejas —Como estabas durmiendo contesté yo. Dijo que usará un vestido azul, para que combines algo con eso.

—Bien. —Dije desinteresado.

—¿Cuando pensabas decirnos que tienes novia? —Jin interrogó.

—Se supone que esta noche, Jin. —No poseía ánimos para seguir hablando. Debía guardar lo poco que me quedaba para mi discurso en la fiesta.

Me dirigí a la habitación en busca de todo para la noche, deseando seguir en los brazos de Vant.

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Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora