TREINTENA Y DOS

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Día 19 de 30

Mi resaca era de las peores que había tenido en la vida, aún más sabiendo que tenía una pequeña herida en la cabeza, debido a un golpe. No recordaba nada de la noche anterior, solo sé que desperté en la habitación de la señorita Choi, junto a esta misma.
Cuando bajé a la cocina por un vaso de agua, vi a un montón de señoritas trabajar, limpiando el desastre que había causado la fiesta. Las saludé con cortesía mientras tomaba mi agua.

—¿Que mierda habré hecho? —me pregunté a mi mismo, dejando el vaso en un estante, para tocar la latente molestia, que me causaba la herida en mi cabeza.

Iba a meditar y hacer memoria, pero sentí un estruendo, luego vi a todas las señoritas correr.

—¿Qué ocurre? —pregunté llegando a la sala.

Vant estaba tirada en el suelo, con las rodillas pegadas a este y el cabello desordenado.

—Se ha caído señor, pero no fue grave, solo se olvidó de bajar dos escalones más. —una de las trabajadoras se acercó a mí.

—Ay cariño... —dije caminando a pasos agigantados hasta ella, quité a todo el personal y la levanté yo mismo. —¿Estás bien? ¿Te duele algo? —pregunté acariciando sus rodillas rojas por el impacto.

—Lo siento... aún no conozco la casa, entonces yo... —sus ojitos perdidos, estaban aún más brillantes que de costumbre, parecía querer llorar.

—Tranquila nena... —hice una pausa para mirar a todas las mujeres que nos rodeaban —no pasa nada... —aquello fue más para ellas.

Todas asintieron y volvieron a trabajar tranquilas.

—Hoy viene Solar, traerá a Yeonjun... —dije feliz, tomando su brazo para guiarla a la cocina.

Cambié de tema, pues su rostro estaba rojo de vergüenza y no me gustaba verle incómoda.

—Ahh, extraño a Yeonjun... —suspiró.

—Y Taehyung también vendrá, pero más tarde...

—Me gusta que venga Tae-Tae. —hice que se sentara alrededor de la mesa de la cocina.

—Pues no debería gustarte tanto... —molesto, busqué algo de beber, para ella.

—¿Por qué? —preguntó inofensiva.

—Porque yo lo digo. —dejé frente a ella un vaso con zumo de naranja, preparado por supuesto por las agradables señoritas.

—Me huele a celos, Kookie... —Aquella sarcástica voz, me hizo sonreír.

Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora