V E I N T I T R É S

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Día 13 de 30

—Taehyung quiere verte... —solté cerrando los ojos, por miedo a cómo reaccionaría.

Era ya muy tarde, la luces de todo el lugar estaban encendidas. Nos encontrábamos recostados por separado en los sillones de la sala, escuchando a Frank Sinatra.

Apoyando mi brazo en mi nuca, esperé su respuesta, más solo recibí un suspiro.

—¿No quieres estar con él? —pregunté mirándola a la distancia.

Ella estaba recostada en forma fetal, mirando siempre a la nada.

—No... —respondió ocultando su rostro entre sus brazos.

Como me dolía el verla tan incomoda, tan fragil y serena a la vez.

—¿Por qué no, Vant? —me senté, acomodando mi columna —¿No es tú mejor amigo? —estiré mi cuerpo para luego dar un gran bostezo.

—No quiero a nadie que no seas tú. —respondió segura. Otorgándole engrandecimiento a mi ego y a la vez dejándome perplejo por su voz más ronca.

—¿Puedes decirme por qué? —siempre trataba de sonar lo menos entrometido con ella, pero su mundo me causaba tanta curiosidad que me era imposible.

—El me vio... —no entendí a qué iba lo que dijo.

Quería seguir preguntando, pero solo se levantó y con gran agilidad se fue al dormitorio.

Cansando de hacer nada, me levanté y saqué la aguja del tocadiscos. Fui a la cocina por dos vasos de agua y apagué las luces. Con mis pies descalzos caminé en la oscuridad hasta mi habitación,
Vant no solía encender las luces jamás, podía entender que estuviera todo sumido en la oscuridad.

Volví a sentir un dolor en el pecho, pero esta vez por los pequeños y casi inaudibles sollozos de ella.

—¿Vant? —tragué con dificultad, se sentía muy feo ver a quien quieres, de la manera en la que ella ha estado toda esta semana. —¿Que es lo que ocurre?

Dejé rápidamente el vaso en la repisa a mi lado y caminé hacia ella, me senté en la cama y desde ahí la miré, solo con la ayuda de la Luz de la luna. Pues yo tenía la costumbre de dejar las persianas abiertas, la vista de los grandes ventanales era increíble.

—¿Señorita Choi? —pregunté tomando su hombro. Ella se arrulló aún más entre las sábanas, ocultando su rostro en ellas.

—El me vio... —lloró aún más —y tú también.

—¿De que hablas?

—No quería que me vieran así... de esa forma, a mamá no le hubiese gustado... y a mi no me gustó. —Su voz entrecortada, parecían puñales en mi corazón.

Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora