TREINTA Y UNO

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Día 19 de 30

Parecía de película, los altos zapatos de Solar retumbaban en cámara lenta, por toda la gran casa o quizás solo eran los nervios traicioneros que me tenían inundado. Tenía miedo de cómo Vant podría reaccionar, recibir a su hermana después de tanto tiempo.

—¿Donde está? —se volteó a verme,  luego de haber recorrido todo el lugar con la mirada. Me sonreía con tristeza.

Su pequeña pancita hace desviar mi mirada hacia ella, incitándome a que la toque. Las mujeres embarazadas me parecen tiernas.

—Te acompaño... —dije volviendo mi mirada a su rostro. Con una de mis manos le indico el camino y ella hace caso.

Caminamos toda la sala hasta llegar a las escaleras, subimos lentamente. Yo seguía sus pasos muy de cerca.
Estaba loca si creía que la dejaría sola con ella.

—Es aquí... —tomé uno de sus hombros para que se detuviera, frente a la blanca puerta con flores rosa, de su habitación.

—Irás conmigo ¿no? —Ella sonrió abiertamente, bajando la mirada.

—¿Que comes que adivinas, primor? —dije sarcástico, girando la perilla de la puerta.

Abrí la puerta, la señorita Choi estaba en su pequeña terraza, se le veía tranquila, a pesar de yo haberle dicho que vendría su hermana.

Solar lo dudó unos segundos, no ingresaba, sudaba temor.

—Está bien, ella quiere verte... —le dí un pequeño empujón para que se dé confianza.

—Si... —susurra con miedo. —¿Estrellita? —preguntó caminando con desconfianza por el alfombrado piso.

"¿Estrellita?"

Caminé también, sentándome en la cama, a una distancia prudente.

—¿Solar? —mi chica se volteó y sonrió.

—Mi estrellita... —los ojos de Solar estaban rojos y tenía lágrimas acumuladas en ellos. —Ven aquí ¿si? —pidió con la voz entrecortada.

Con cierta confianza, Vant se acercó a ella, cuidando con sus pies no tropezar con nada, aún no conocía bien el lugar.
No alcanzó a acercarse más, cuando ya su hermana mayor la tenía estrechada entre sus brazos, largando el llanto.

—Lo odio... —dijo—odio lo que te hizo... y me odio a mi misma por no creerte aquella vez, por no creer que él en verdad te había acosado ese día, cuando saliste a felicitarme por mi boda, por eso te encerraste y yo no fui capaz de creerle a mi estrellita. —Tal parece que tenía las palabras atoradas, pues las soltó con una facilidad increíble —Lo odio, si tan solo te hubiera creído, el no te lastimaría... —su llanto era desgarrador —Te amo, hermanita, te amo a más no poder y ya no puedo soportar no haberte apoyado... ya no quiero hacer oídos sordos a todos los problemas de los cuales no he podido ayudarte. —Solar tomó la cabeza de la señorita Choi y la pegó contra su pecho, besando su coronilla en reiteradas ocaciones —A la mierda lo que me diga papá, a la mierda la altanera de mi madre, quiero estar a tu lado... Vant, déjame estar a tu lado ahora, como antes.

—Solar... —Susurró mi chica, enternecida.

—Estuve días y días odiándome, pero ahora, ahora me aborrezco, fue mi culpa, yo lo metí en casa, fue mi culpa, mi maldita culpa. —hasta a mi me dio pena su llanto.

Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora