TREINTA Y TRES

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Día 20 de 30

Ahora comprendía a las jovencitas, cuando en el instituto se confesaban a mí y salían corriendo, el miedo al fracaso es tan grande que se debe escapar de un rotundo "no".

¿En que hombre tan cobarde me había transformado? Quizás si mi padre supiera de mis intenciones con Choi, se enojaría y me recalcaría que ella es ciega y que tiene muchos problemas a su alrededor. Pero... ¿quién sería yo para ver todo aquello?

En un comienzo si, me daba pena, alguien en su estado, sin siquiera ver la vida afuera. Es todo diferente ahora, pues solo pienso en qué si sus labios, son tan suaves como se ven. Me preguntó tantas cosas, siempre caigo a recordar su mirada.
Ella era de esas personas que se meten en tu mente, sin siquiera sospechar lo que traman.

(...)

Era ya de mañana, no había podido hablar con ella, ninguno de los dos se quería acercar al otro y ni siquiera sabía por qué. Aún así, ella viajaba en mis pensamientos, manipulando lo que sentía por ella a su antojo.

No aguante más los segundos matadores. Miré la hora, las siete de la mañana.

Mi corazón latía con tal fuerza, me pedía hacer lo que sea para llamar su atención, me impulsaba a cometer quizás el mayor delito de amor.

Me levanté con pesar y sin meditarlo dos veces corrí a su habitación.
Por el pasillo me puse a pensar ¿y si me arrepiento?
Pero ya era muy tarde, cuando abrí su puerta con fuerza.

Estaba sentada al borde de su cama, con la mirada perdida, suspiraba con fuerza, incluso parecía que se ahogaría en cualquier momento. Su cabello cubría casi todo su rostro. No sabía que le pasaba pero me preocupaba.
Hice que mis pies se adentraran lentamente, con algo de desconfianza.

—¿Señorita Choi? —pregunté, sentándome en el suelo para mirarla desde ahí.

—No digas nada Jungkook... —negó con su cabeza, asustada.

—Pero necesito decirte algo... —le supliqué.

—No quiero oírlo. —Subió sus piernas a la cama y las abrazó, escondiendo su rostro entre estas.

—Señorita Choi, debo aprovechar mi impulso de valentía... —me arrodillé frente a ella, tomando sus hombros.

Quería que me haga caso, que sepa de la existencia de mis sentimientos. Ya no había nadie para interrumpir. Y tampoco me sentía reprimido. Quería decirlo, deseaba mi final feliz junto a ella.

Detrás de las puertas (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora