Capítulo VIII

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   Pasé saliva por mi garganta, sin quitarle la mirada de sus ojos hazel. Definitivamente me había asustado bastante su reacción.

   —Espero no repetírtelo otra vez—gruñó, guardando su arma. Volvió a mirar al grupo—. A lo que vamos: configuren sus relojes. Tenemos quince minutos.

   Geore y Stuart llevaron sus manos a los relojes de sus muñecas para seguir sus órdenes. Por lo contrario, yo me quedé en cuclillas y mirando el suelo de tierra que había bajo nuestros pies. Me sentía avergonzado y ligeramente humillado.

   —John.

   Alcé la mirada para encontrarme con el que había pronunciado mi nombre: Paul.

   —¿Sí?

   Iba a decir algo, pero él mismo se interrumpió. Lo noté un poco indispuesto, como si se hubiera sentido mal con las palabras que me dijo anteriormente. Quiso decir algo para hacerme sentir mejor, pero su orgullo y su personalidad arisca no se lo permitieron.

   —No seas lento, ni te quedes —habló—. Detrás de mí siempre.

   —Okey.

   Al instante nos levantamos. George se fue por su lado, mientras que Stuart, Paul y yo nos dirigimos a la tienda de la gasolinera que estaba a escasos metros de nosotros.

   Tan pronto como pusimos un pie en las afueras de la propiedad, Stuart sacó el arma y disparó la cámara. Abruptamente entramos y Paul apuntó a la cajera con el arma, quien alzó sus manos de inmediato y quedó en estado de shock. Era una chica de cabello negro atado a una coleta, blusa con escote sensual que mostraban sus prominentes pechos y ojos cafés.

   —Mmh, bien, supongo que tus malditas tetas son operadas, así que no querrás haber gastado la operación en vano, ¿verdad?

   —P-Por fav...

   Mientras, Stuart y yo fuimos a los pasillos para meter cosas y llenar los bolsos. Sin embargo, podía verlos de donde yo estaba: él estaba detenido frente a ella y la seguía apuntando con el arma.

   —¡Ay, ya cállate! Todas siempre me piden el favor de que no les haga nada... Pero, nena, yo no hago favores.

  Pasé saliva por mi garganta. Al instante jaló el gatillo y le apunto en el seno derecho, luego el izquierdo y por último su cuello. Antes que la chica cayera sobre el mostrador, su atuendo y su cuerpo se bañó en sangre.

   Insatisfecho por el crimen, Paul fue hacia ella y la tomó por el cabello. Alzó su cabeza, para luego bajarla con fuerza y golpearla contra el mostrador de vidrio. Aquello lo repitió tres veces hasta que su frente y la superficie de vidrio se rompieron.

   —Me caíste mal desde que te vi, maldita perra.

   "¿Mamá?", la vocecita de un niño me estrujó el corazón.

   Mientras Stuart metía cosas a las mochilas, yo caminé hasta estar al lado de Paul, quién parecía algo alarmado. En efecto, ninguno de los tres nos esperábamos eso.

   Al instante salió un niño rubio del pasillo. Tenía alrededor de siete años y vestía una camiseta de superhéroe con un pantalón negro. Nos miró con terror y cuando vio a su madre con la cabeza sobre el mostrador, comenzó a llorar.

   —¡Mamá!

   Antes que el niño se acercara a ella, Paul le disparó en la cabeza y cayó muerto en seguida, sobre un pozo de sangre que brotó al instante de la herida de bala.

   Quise echar a correr cuando esbozó una sonrisa.

   —Había olvidado la sensación de matar a un niño.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora