Capítulo XII

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   Estaba ebrio, de eso estaba seguro, y no era bueno hacer ciertas cosas con alguien en ese estado porque, en efecto, no pensaba con claridad. No quería un lío a la mañana siguiente por eso, así que sacudí mi cabeza en negación lentamente a pesar que su cuerpo desnudo sobre el mío me instaba hacer más de una cosa, no podía.

   —¿No? —su semblante se tornó ligeramente confuso—. ¿Por qué no?

   —P-Porque estás... ebrio.

   —¿Y?

   —Pero de todos modos no quiero —le contesté. Ni yo mismo me lo creía. Tomé aire—. No, no quiero.

   Se lamió los labios de manera lenta, al tiempo que recorría su mano por mi pectoral y bajaba la cremallera de mi chaqueta. Acto seguido posó sus manos sobre el bulto de mi entrepierna, masajeó poco a poco hasta lograr sacarme un pequeño jadeo.

   —Mmmh, ¿seguro que no quieres?

   Tragué en seco, sintiendo como una gota de sudor resbalaba por mi sien.

   —Seguro.

   Se apresuró en desabrochar el cinturón y luego bajar el cierre del pantalón. Cuando mi intimidad quedó cubierta por el bóxer azul, sus ojos se posaron sobre esa zona. Estaba algo mojada debido al líquido pre-seminal que salía con cada tocada que él me daba.

   Paul aplastó mi pene con su trasero, tomó mis manos e hizo que se posaran sobre su cintura. Comenzó a moverla en forma circular, logrando solo una cosa: que mi pene se tornara todavía más rígido de lo que ya estaba.

   —Mmh. —Gruñí. Involuntariamente le di un beso en su espalda, que hizo que su piel se erizara un poco—. Ahg...

   Al cabo de unos segundos detuvo sus movimientos y se giró para verme, al tiempo que se acomodaba muy bien para estar sobre mí. Me dio un beso en la mejilla.

   —Vamos al cuarto, no seas idiota —apretó mis labios con ayuda de su dedo índice. Emitió una carcajadita—. Ahí está más... solito, ¿no crees tú?

   Ya no había vuelta atrás. Olvidándome de todo lo que había pensado anteriormente, sostuve su cuerpo desnudo entre mis brazos y me levanté del sofá, para luego encaminarme hacia la recámara, la cual abrí haciendo un par de maniobras para no dejar caer a Paul.

   Volví a cerrarla con ayuda de mis pies y, en menos de un segundo, coloqué a Paul sobre la cama. Este revolvió su cuerpo de una forma muy sensual sobre las sábanas y se mordió el labio inferior mientras veía cómo yo me quitaba la chaqueta.

   Cuando la aventé al suelo, me incliné a él para darle un beso en los labios. Él correspondió gustoso, y no tardó mucho tiempo en desprenderme la camiseta blanca y aventarla al suelo.

   Me separé de él, quité mis zapatos con ayuda de mis pies y luego bajé el pantalón. Cuando estuve en ropa interior, me dirigí hacia el armario y abrí el cajón donde estaba el lubricante de chocolate. Lo sostuve entre mis manos y volví hacia la cama con una sonrisa en los labios.

   Paul se sonrió con un poco de complicidad, al momento que acomodaba su cabeza sobre la almohada. Cuando yo llegué a la cama, me subí en ella lentamente y quedé sobre el cuerpo de Paul. Un par de mechones de mi cabello se fueron hacia abajo por la gravedad, pero aquello no me impidió besarlo nuevamente. Su beso tenía un fuerte sabor a alcohol.

   Él se fue hacia adelante con sus manos también, las cuales se posicionaron sobre mi cintura e hicieron bajar mi bóxer un poco. Cuando me separé de él, terminé de quitármelo y lo aventé al suelo.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora