Capítulo III

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   Salí junto a ellos de lo que para mí era una cueva y para Paul su "dulce morada repleta de maricones imbéciles".

   Era una especie de túnel con tuberías a los lados y un camino algo extenso de izquierda a derecha. No había nada de agua en el lugar, pero a lo lejos se escuchaba el sonido similar a un río y de vez en cuando algún chillido de ratas que me causaba miedo y asco al mismo tiempo.

   —¿Y este lugar qué es? —formulé mi pregunta, al tiempo que me colocaba el gorrito que él me había dado.

   —Ambos caminos llevan a las cloacas —explicó de mala gana, mientras abrochaba los guantes de cuero que cubrían sus manos—. Aquí está limpio porque años atrás fue el lugar del gas de la cuidad, pero ya no es así y eso nos favorece. Más allá, luego de esas cloacas —señaló con su dedo hacia la izquierda—, están los ductos de agua subterráneos. Hace algún tiempo conectamos un tubo para que pudiera llegar agua aquí. Lo tenemos todo lo necesario: agua y luz. Es magia. Y antes que lo preguntes: donde estamos, nuestra casa, era el depósito de herramientas. Y espero que no vuelvas a preguntar otra cosa. Detesto que me hagan tantas preguntas.

   Me costaba entender cómo el mundo había conspirado a favor del refugio de unos de los criminales más buscados de Liverpool.

   Pero más me costaba entender que Paul fuera uno de los criminales más buscados de Liverpool. Eso sí que era todo un enigma.

   —Okey, bastardos —les dijo—. Vamos a salir por el ducto de allá. George se va a ir a buscar la motocicleta y te va a buscar a ti Stuart cuando la tengas. Cronometren sus relojes cuando salgamos: en diez minutos George debe ir a la tienda a buscarnos. Es muy de mañana, así que aprovechemos que la policía está de ronda dos calles más abajo, por ello debemos escapar por la de arriba hasta estar aquí. ¿Entendido? Diez malditos minutos para hacer lo que tenemos que hacer. Ni más, ni menos. Si falta algo se deja. No vamos a arriesgarnos tanto.

   Paul me miró y me dio ternura porque parpadeó dos veces antes de decir:

   —Tú vendrás conmigo. Y harás todo lo que yo te digo y andarás a mi lado. Si haces algo malo te la verás conmigo, ¿entendiste?

   —Sí.

   —¿Qué llevas en tu bolsillo?

   Metí las manos en el pantalón y logré sacar la billetera que había guardado ahí. George se rió cínicamente, mientras que Paul pareció perder la poca paciencia que tenía.

   —¿¡Cómo mierda crees que vas a llevar tu maldita billetera para robar una maldita tienda, John!?

   —Pero, Paul, cálmate... —Stuart intervino—. Él no sabe lo qu...

   —¡Tú cállate, Stuart! ¡No te metas en lo que no te importa!

   Rápidamente me arrebató la billetera; la misma se abrió por impulso, dejando ver primeramente mi documento de identidad acompañado de la peor foto que me pudieran haber tomado en la vida.

   —John Winston Lennon Stanley —leyó detenidamente. La cerró repentinamente—. No se lleva billeteras ni documentos para robar o hacer fechorías, Winston.

   —No me digas 'Winston'.

   —¿Cómo te digo entonces? ¿Prefieres 'Winnie'? Oh, perfecto, te diré así. Hey, Stuart —le aventó la billetera—. Guarda eso rápido. Debemos darnos prisa, Winnie.

   —No me digas 'Winnie' —bufé irritado—. En serio no me gusta.

   —Qué lástima, a mí sí me gusta.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora