Capítulo XXIX

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   A decir verdad no me sorprendí al escuchar eso por parte de Paul. Sabía que reaccionaría así, y por eso temía decirle; a pesar de todo, Stuart me había ayudado a traerlo de vuelta con nosotros y, según mi criterio, no se merecía un final tan trágico como el que le esperaba: la muerte.

   —Pero, Paul..., escúchame... —llevé una mano sobre su hombro; él me miró. Su molestia no se había ido por nada—. ¿Seguro que eso es lo mejor? Stuart nos ayudó a traerte aquí... No puedes olvidar eso, ¿o sí?

  —No, no lo olvido, pero tampoco olvido que él te besó, sabiendo que tú y yo teníamos algo.

   Tontamente se me aceleró el corazón.

   —Eh, b-bueno... En eso tienes razón... Pero..., ¿en serio lo vas a matar?

   —Sí, pero no ahora. Lo necesito; lo necesitamos. Voy a dejar que transcurran unos días hasta que me recupere de esta mierda totalmente.

   —¿Y quién nos va a ayudar? —le pregunté, mirando con detalle sus bonitos ojos rodeados de pestañas largas—. George ya no está, y próximamente Stuart... Quedaremos solos tú y yo.

   —¿Y eso está mal? Para mí está más que perfecto.

   —Para mí tampoco está mal, pero supongo que necesitamos a más personas para poder seguir haciendo las cosas que anteriormente hacíamos.

   Chasqueó su lengua.

   —Tú y yo no las ingeniaremos para hacerlo. Pero de que Stuart se muere, se muere.

   —¿Y cómo lo vas a matar sin que Richard se entere? Te digo que se va a poner furioso cuando, y probablemente tengamos que largarnos de aquí.

   —En sí no me interesa lo que él pueda llegar a pensar cuando se entere porque también me voy a deshacer de ese hijo de perra. Pero sí me interesa en el momento que se entere, por eso voy a matar a Stuart cuando salgamos a robar los tres y, de regreso, descargo una o dos balas en su maldita cabeza.

   Con un semblante teñido de sorpresa, me apresuré a mirarlo. Él permanecía inmóvil, con sus ojos puestos sobre los matorrales que estaban al frente de nosotros.

   —¿P-Por qué lo vas a matar a él? Richard no tiene la culpa de mi beso y de nada de lo que pasó con Stuart.

   —Pero se va a molestar con nosotros cuando se entere lo que le hicimos a Stuart y automáticamente nos va a odiar. Es mejor matarlo también, hazme caso.

   —Es que siento que... q-que no es lo mejor... Richard no tiene nada que ver, pero si tú lo dices... Está bien, yo te ayudo. —Suspiré con pesadez—. Me das miedo, Paul —le confesé, agachando la vista y llevando las manos a los bolsillos de mi pantalón—. Me das miedo porque al parecer no importa cuánto bien te hagan las personas: tú siempre te vas a deshacer de ellas —alcé mi rostro, dignándome a mirarlo—. No quiero que te deshagas de mí.

   —Cada vez que dices cosas como esas me dan ganas de abofetearte. John, no me voy a deshacer de ti porque eres mi compañero, porque te quiero y porque quiero que estés conmigo. Yo confío en ti, pero a parecer tú no confías en mí.

   —Sí confío en ti —aseguré—, pero ese tipo de actitudes con Richard, por ejemplo, me hacen desconfiar de ti. Él no tiene la culpa del error de Stuart.

   —Sé que no tiene la culpa, pero como te digo: cuando se entere de lo que hicimos, nos va a odiar y nos va a querer matar. Por eso lo quiero hacer antes que él lo haga.

   Solté un suspiro pesado de resignación y aceptación, al tiempo que fruncía mis labios y lo miraba. Paul se quedó en silencio durante unos segundos, hasta que estiró sus brazos y los rodeó en mi cuello para abrazarme. Aquello me hizo rodear mis brazos en su cintura para corresponderle.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora