Capítulo XVI

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   Una caricia en mi espalda hizo que abriera mis ojos poco a poco. De pronto y casi de inmediato, los labios de Paul se posaron en mi mejilla y escuché una risita tras de mí, por lo que me obligué a darme la vuelta para verlo.

   Ahí estaba él, con su sonrisa de cada mañana y su mirada tierna —que en realidad no lo era cuando se molestaba— que me sacaba una pequeña sonrisa.

   Había pasado poco más de una semana desde el "accidente por molestia", como lo llamaba Paul, de George. Su pie estaba respondiendo positivamente y, según Stuart, la herida interna estaba delicada aún, a pesar que se veía totalmente cicatrizado. Ya podía caminar, pero no correr. Tampoco podía hacer peso.

   —Buenos días —saludó como de costumbre, a pesar que a los otros los le decía cosas sumamente toscas y lo trataba de la patada. Se excusaba diciendo que detestaba la gente imbécil—. ¿Qué tal dormiste?

   —Mmh, bien —tallé mis ojos, al tiempo que me sentaba sobre la cama—. ¿Qué hora es?

   —Diez de la mañana. —Y se levantó de un salto. No pude evitar ver su trasero marcado por el bóxer azul que llevaba puesto—. Creí que me iba a despertar más tarde.

   Yo también lo pensaba así. La noche anterior habíamos jugado a las cartas y habíamos estado bebiendo un poco. Paul se molestó porque había perdido e intentó hacer jaque-mate... en un juego de póquer. Luego se dio cuenta de lo que intentaba hacer y estuvo media hora riéndose de sí mismo; todo gracias al cannabis.

   —¿Los otros ya se despertaron? —formulé mi pregunta, al tiempo que imitaba su acto. Rasqué mi pectoral desnudo.

   —Creo que sí, no lo sé. Escuché la voz de Stuart hace un momento, pero ahora no escucho nada. —Se quedó en silencio para comprobarlo—. Creo que se acaba de ir.

   —¿Te irás a bañar?

   —¿Por qué? ¿Quieres acompañarme?

   Emití una risita mientras que él permanecía serio, mirándome fijamente y con los brazos cruzados.

   —No, no. Es que tal vez querías que preparara el desayuno, tú sabes...

   —Uh, sí —se sonrió. Me había dado cuenta que Paul amaba detalles tipo: hacer el desayuno, prepararle té o darle masaje en sus hombros—. De acuerdo.

   Se dio la vuelta y, acompañado de mí, salió de la recámara. Lo primero que vi fue a George sentado en el sillón, con suéter de algodón y un short. Estaba leyendo una de las historietas de Stuart.

   Paul ni siquiera se preocupó por saber cómo estaba o cómo había pasado la noche: rápidamente entró al baño y ahí se encerró para poder bañarse.

   —Hey, Geo —alboroté su cabellera azabache y recibiendo de su parte un manotazo que le dio a mi muñeca—. Auch. Qué amable.

   —Estoy harto de estar aquí y con el pie hecho mierda —gruñó—. ¡Es como estar en una maldita cárcel!

   "En la cárcel deberías estar por violar niñas."

   —¡Tú también deberías estar en la cárcel!

   "Aún en una cárcel me las arreglaría para estar bien."

   —¿Stuart salió? —le pregunté a George, dirigiéndome hacia el mini-refrigerador para abrirlo. Planeaba usar la tostadora que Stuart había comprado luego de robar a una chica millonaria.

   —Sí. Fue a comprar algunas cosas...

   La forma en la que ellos se organizaban era increíble. Robaban únicamente las tiendas en las que necesitaban bastantes cosas: farmacias, abastos, etc. Y, cuando querían algo en específico, robaban a personas y los compraban. Normalmente cada ingreso de dinero se dividía en tres: comprar cualquier cosa y comprar drogas y licor, que de eso se encargaba George.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora