Capítulo XVII

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   Reinaba la oscuridad en la habitación. Seguramente ya había amanecido, pero no tenía intenciones de levantarme todavía. Estaba sumido, pensando en aquello que había hecho Paul que no me había gustado en lo absoluto.

   Me pregunta por qué me había afectado tanto. Más que por la chicha, lo había sentido como una traición, y eso era lo que más me molestaba de todo.

   Sentí el colchón moverse y un peso sobre mi hombro; no cabía dudas que Paul había recostado su cabeza. Con delicadeza lo aparté.

   "¿Sigues molesto?"

   Aquello, sin lugar a dudas, me tomó por sorpresa. Nunca pensé que estaría despierto.

   —No estoy molesto —le contesté, dándole la espalda y cerrando mis ojos. A decir verdad, no era mucha la diferencia tener los ojos abiertos y cerrado: la oscuridad era mucha—. No lo estoy.

   "¿Entonces por qué me evades?"

   —Porque quiero.

   Sentí un leve movimiento, luego unos pasos en la habitación. De pronto la oscuridad se tornó ligeramente rojiza, cosa que me hizo abrir los ojos para darme cuenta que él había encendido la luz de la habitación.

   Paul se acercó a mí, rascándose su pectoral desnudo. Se sentó en el borde de la cama, muy cerca de mí.

   —¿Sigues celoso?

   —Te dije que yo no estaba celoso —contesté efusivamente—. No sé de dónde sacas eso.

   —No me hagas parecer imbécil, John.

   —No te hago parecer; eres imbécil. Un grandísimo imbécil que cree que porque es un delincuente tiene todo bajo sus pi...

   Se giró su rostro repentinamente, para luego tomarme del cuello y apretarme con fuerza. Aquello me causó tos.

   —No te lo voy a volver a repetir, bastardo —gruñó, enterrando cada vez más sus dedos en mi cuello. Me estaba cortando la respiración, y como estaba acostado, no podía hacer mucho para evitarlo—. Que sea la última vez que tú me hagas molestar, ¿entendiste?

   Tal vez notó que mi rostro se estaba tornando lila, por lo que me soltó rápidamente y me miró con una mezcla de molestia y un toquecito de preocupación. Sin embargo no se doblegó ni se dejó llevar por sentimientos bonitos porque, evidentemente, una persona como él carecía de ellos.

   No tardó ni un segundo más en la habitación: salió al instante, para dirigirse seguramente al baño. Por otro lado, yo tuve que llevar las manos a mi cello y acariciarlo para así intentar eliminar el dolor. Después me levanté y salí.

   Stuart estaba en ropa interior cocinando para George, seguramente. Estaba haciendo huevos revueltos y tostando pan. Se dio la vuelta y luego de mirarme de arriba hacia abajo, se sonrió.

   —Buenos días, John. ¿Qué tal dormiste?

   —Mmh, bien —rasqué mi cuello. Se me hacía un poquito estar frente a él semi-desnudo—. ¿Y tú?

   —¡Estupendo! Estoy más feliz que nunca. Hoy es un día genial.

   Hice una mueca. A decir verdad para mí los días no eran tan geniales y mucho menos cuando Paul se ponía de mal humor.

   —Si tú lo dices...

   —Hey, ¿quieres comer? —me dijo, batiendo los huevos sobre el sartén—. Siéntate.

   Como en realidad no tenía ganas de cocinar, me senté en el sofá; en eso, George salió de la recámara con una sonrisa de oreja a oreja y con un semblante ligeramente drogado. Seguramente la noche anterior había tenido un buen viaje...

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora