Capítulo XIII

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   Tenía alrededor de unos diez minutos despierto, sin embargo no me había levantado. Esperaba con ansias —y mucha tensión— que Paul se despertara.

   Estábamos desnudos, como habíamos quedado la noche anterior, y uno al lado del otro. Paul estaba en la esquina de la cama, cerca de la pared. No estaba arropado y estaba de espalda a mí, así que su trasero se podía ver perfectamente.

   De pronto comenzó a moverse y mi corazón dio un salto. Sabía que la consecuencia de habérmelo follado venía más cerca de lo que creía. Tragué en seco.

   —Mmh... —Se colocó bocarriba, al instante una mueca de dolor invadió su rostro; se llevó las manos a su cintura, cosa que me dio a entender que el dolor provenía de su trasero—. ¡Auch! Ay... —me miró con el ceño ligeramente fruncido y muy soñoliento—. Mm. Mi cabeza me duele... ¿Qué fue lo que pasó?

   Yo no sabía que contestar. Sólo me limité a mirarlo, con la sábana cubriendo mi cuerpo desnudo. Le lancé, seguramente, una mirada nerviosa. Él no entendió hasta que vio su cuerpo totalmente desnudo.

   Su rostro se tiñó de asombro cuando miró sus intimidades descubiertas. Acto seguido, y mientras me lanzaba la peor de las miradas, me jaló la cobija para cubrirse.

   —¿¡Qué fue lo que pasó, John!? ¿¡Me violaste!?

   Pude escuchar la risita que soltó George desde la sala.

   —¡No, no! —comencé a explicar, en medio de tartamudeos que provocaban mis nervios—. ¡Claro que no! ¡Tú...!

   Con la sábana en su cuerpo se levantó enseguida, dejándome desnudo. Tuve que colocarme su almohada en mi entrepierna.

   —¿¡Yo qué, ah!? —espetó, detenido frente a mí. Estaba furioso y seguramente se había guardado los quejidos del dolor que le provocaba en el trasero los movimientos bruscos—. ¿¡Yo qué!? ¡Contéstame!

   —Pero baja la voz —intenté calmarlo, al tiempo que me sentaba en el borde de la cama sin dejar caer la almohada que cubría mi pene—. Cálmate.

   —¿¡Cómo quieres que baje la voz y que me calme!? —espetó—. ¿¡Cómo quieres que lo haga!? ¡Explica lo que pasó! ¡Explica!

   —E-Estabas ebrio y... y te desnudaste mientras bailabas y luego me... me convenciste para tener se...

   Su mano empuñada contra mi mandíbula me interrumpió. El dolor se hizo presente en la zona y, acto seguido, llevé mis manos hacia la comisura de mis labios: estaba sangrando. La mueca de dolor no tardó en teñir mi rostro.

   —Auch... —Lo miré. Su ceño estaba fruncido y claramente muy molesto—. No era para que me golpearas, ¿sabes?

   —¿Ah, no? ¿Y entonces qué querías? ¿Qué te besara y te diera las gracias?

   —Pues...

   —Me violaste —gruñó, conteniéndose las ganas de alzar la voz. Seguramente le avergonzaba que los otros dos se enteraran de lo que habíamos hecho—. Me violaste —repitió con mucho más énfasis.

   —Te dije que no quería hacerlo, pero tú estabas sobre mis piernas y comenzaste a moverte y... y ¡Agh! Lo siento... Debí contener mis ganas.

   En efecto, la vida daba muchas vueltas. Paul había violado a mujeres y ahora yo lo había "violado" a él. ¿Karma? Tal vez.

   —¿Lo sientes? ¿Crees que con eso calmas mi...?

   Se contuvo, tomando aire. Volvió golpearme la mandíbula, pero esta vez tan fuerte que mi cuerpo se dejó caer nuevamente sobre la cama. Me había dolido lo suficiente y tal vez más que el primero; no sabía por qué, si porque le había puesto más empeño y fuerza al golpe, o porque me había golpeado justo donde la primera vez. O la mezcla de ambas.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora