Capítulo XV

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   Corté la poca distancia que todavía nos unía con un beso en los labios. Mientras nuestras bocas se movían de manera desesperada y el sonido se chasqueo llenaba la habitación, Paul comenzó a desprenderme la chaqueta ferozmente hasta lograr dejarla en el suelo de la rústica habitación.

   Las ganas de continuar sobraban, sin lugar a dudas. Y por tal motivo me apresuré a tomarlo de la cintura y encaminarlo hacia la cama. Sin separar nuestras bocas, Paul guió sus manos hasta mi pantalón y desprendió el cinturón, para luego bajar la cremallera.

   Metió su mano, apretó mi intimidad por encima de la tela del bóxer y emití un leve gruñido. Acto seguido me desprendí la camisa, al tiempo que Paul se quitaba la camiseta. Cuando estuvimos semi-desnudos, jadeando y con parte de nuestra ropa en el suelo, nos miramos durante un par de segundos.

   Me abstuve a decirle lo bonito que me parecían sus ojos, su sonrisa, los escasos pelitos en su pecho y sus voluminosas pestañas que adornaba su mirada. No quería que me apuntaran y que mi erección se bajara del susto.

   Le sonreí, y cuando él me la devolvió, sentí mariposas en el estómago.

   —¿Te vas a quedar ahí viéndome?

   Me lamí los labios y lo tomé del mentón, para después plasmarle otro beso en sus labios gruesos. Paul correspondió de manera lenta y pausada, como si quisiera que el momento fuese eterno. Cuando nos separamos, el brillo de sus ojos era único.

   Paul rompió el contacto visual, sentándose en el borde de la cama para comenzar a quitarse el  resto de las prendas que todavía cubrían su cuerpo. Yo, aún de pie, imité su acto.

   Me abalancé sobre él cuando nuestras únicas prendas fueron la ropa interior. Con mi cuerpo sobre el suyo, sin descargar totalmente el peso y apoyándome de las palmas de mis manos, busqué sus labios con desesperación y los besé del mismo modo.

   Mientras nuestros labios de movían rápidamente, las manos de Paul acariciaron mi espalda y cabello, causándome un placentero escalofrío que me instaba a continuar.

   —Siéntate —me pidió, con una mirada dulce a la que no le podía decir no—. Aquí, en la cama.

   Hice lo que me dijo. En pocos segundos mi espalda estaba sobre la cabecera de la cama. Paul sin esperar más tiempo, se acomodó muy cerca de mí y comenzó a besarme los labios, mientras que su mano recorría mi pectoral.

   Me tensé cuando su mano tomó el rumbo de bajada, dispuesta a acariciar mi estómago y más allá. Sin embargo, no quebranté el beso: los movimientos de mis labios siguieron dándole cuerda al instante.

   —Mmh... —gruñí, cuando su mano se posó sobre mi entrepierna rígida. Le dio un masaje, luego un apretón—. Mm...

   Miró mis ojos, me dio un corto beso en los labios y luego se encorvó un poco para que su rostro pudiera estar a la altura de mi pene. Se acomodó, bajó mi bóxer para liberar mi erección y, al hacerlo, tomó la longitud entre sus manos.

   Deslicé la lengua por mi labio inferior cuando comenzó a masturbarlo suavemente, jalándolo constantemente y dando pequeños apretoncitos al glande para hacerme sacar todo el líquido pre-seminal que estaba comenzando a segregar.

   —Ah..., ah...

   Paul me dedicó una mirada cómplice, para luego pasar la lengua en el glande haciendo círculos rápidos. Tensé mis piernas por un momento y, cuando lo metió a su boca, solté un jadeo.

   —Mm, mmh... —deslicé mi mano por su cabellera azabache, instándolo a que lo siguiera haciendo—. Ah..., ah...

   Metió la longitud en su boca, succionó un par de veces y luego lo masturbó. Se dispuso a besar a longitud, cuyas venas estaban marcadas y hacían un estupendo juego con el brillo que tenía, que era una mezcla de pre-seminal y saliva de Paul.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora