Capítulo XXII

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   No supe en qué momento Paul se había sentado en el borde de la cama para besarme los labios con suma intensidad, mientras intentaba desprender con rapidez la chaqueta que yo tenía puesta.

   Cuando nos separamos, se sonrió. Luego de lamerse los labios, se posicionó frente a mí, pero casi de inmediato yo me levanté e hice que él volviera a sentarse.

   —En esto mando yo.

   Mi comentario lo hizo enrojecer a millones. Seguidamente lo despojé de su chaqueta, luego de su camisa y me incliné para besarlo en los labios. Cuando me separé, me quité la camisa y la aventé al suelo, muy cerca de la suya.

   Encaminé mis piernas hacia el armario, abrí uno de los cajones y rebusqué entre las cosas hasta lograr tener el lubricante. Volví hacia donde estaba él, al tiempo que lo abría y aplicaba una cantidad pequeña sobre la yema de mis dedos.

   —Quítate lo que te queda de ropa y date la vuelta.

   Comenzó a quitarse los zapatos, los calcetines y después el pantalón; por último el bóxer, dejando ver su pene ligeramente erecto. Se dio la vuelta, apoyando sus manos sobre la cama y levantado su trasero, dejando así su entrada rosadita expuesta.

   Verlo así hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo y que mi pene comenzara a inquietarse de forma apresurada hasta lograr tomar una considerable rigidez que me apretaba con la tela del pantalón.

   Esparcí el lubricante por su entrada, haciendo que su espalda se tensara y que él soltara un pequeño jadeo. Apreté mis labios, mientras seguía acariciándolo; después metí mis dedos índice y medio. Paul jadeó.

   —¡Ah...! —se aferró a las sábanas con fuerza; deslicé mi mano por su espalda para acariciarla, y noté cómo su piel se erizó—. Ah..., ah... John...

   Saqué mis dedos y le di una nalgada que enrojeció su piel pálida.

   Seguidamente quité todas las prendas restantes que cubrían mi cuerpo, tomé mi masculinidad entre mis manos y procedí a masturbarme un par de veces. Los movimientos constantes de mi mano hizo que el líquido pre-seminal comenzara a segregarse de forma lenta, pero constante.

   —Chupa.

   Paul se dio la vuelta, tomó asiento nuevamente en el borde de la cama y deslizó su lengua por el glande. Luego lo llevó a su boca con ayuda de su mano y procedió a succionar con suavidad.

   Aquello no duró mucho, pues al cabo de unos segundos hice que se separara de mí. Lo tomé del brazo para hacer que se levantara, y cuando estuvo a mi altura lo tomé de la cintura para acercarlo más a mí y besarle los labios con frenesí. El contacto de nuestros penes erectos hizo que se nos escapara un jadeo en medio del beso.

   Acto seguido lo empujé a la pared, me coloqué detrás de él y apreté su trasero, al tiempo que abría sus nalgas para meter mi pene. Cuando entró y sentí la fricción que me causó su piel tan estrecha, empujé mis caderas; Paul apoyó su frente contra la pared, al igual que sus manos y echó su cabeza hacia atrás. Comencé a marcar el ritmo de las estocadas.

   —Ah..., ah...

   Tomé su cintura entre mis manos y, a medida que empujaba suavemente mis caderas, hacía movimientos circulares. Eso parecía dolerle, pero como a él le gustaba esa sensación mezclada con el placer...

   —¡Ah, ah, ah! ¡Ah..., ah, ah...! —jadeó, al tiempo que apoyaba la cabeza a la pared—. Mmh, mierda, Wi-Winnie..., ¡ah!

   Sin detenerme, me incliné hacia él y le di un beso en el hombro, luego le di una pequeña mordida en el lóbulo de su oreja y por último besé su mejilla ligeramente empapada de sudor.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora