Capítulo XVIII

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   El corazón me dio un vuelco cuando lo escuché decir aquello que, junto a esa mirada tierna y ligeramente malévola, le daba el toque perfecto al asunto y a la situación.

   Sexo duro era significado de masoquismo, y masoquismo a su vez era significado de dolor. No quería hacerle nada que pudiera lastimarlo a pesar que me llamaba bastante la atención enterrárselo muy fuerte.

   Pero me tomé el tiempo de pensarlo dos veces. Estaba muy consciente de que Paul me había lastimado incontables veces, por placer o no, pero lo había hecho. Lo asumí como una forma de cobrármelas, una muy buena forma, sin lugar a dudas. Y si él quería que lo lastimara...

   ... lo iba hacer.

   Paul me miró con sorpresa cuando me levanté de la cama y me posicioné frente a él; se lamió los labios cuando procedí a desabrocharme el pantalón y, posteriormente, a bajar la cremallera.

   —Quiero que lo chupes.

   Él deslizó su mano por encima del bóxer, logrando que mi masculinidad comenzara a tomar rigidez. Poco a poco metió la mano, lo acarició y lo apretó, para después sacarlo y comenzar a masturbarlo.

   El movimiento constante de su mano logró que mi pene se tornara todavía más rígido y que, a demás, comenzara humedecer la longitud gracias al líquido pre-seminal. Seguidamente sacó la lengua y la pasó por el glande, causándome un placentero escalofrío que recorrió mi espalda.

   Luego de hacer movimientos circulares con su lengua, se dispuso a llevárselo completamente a la boca para, de inmediato, succionar ágilmente. Mientras lo hacía le dio un pequeño apretón a mis testículos que le dio el toque excitante a la situación.

   Casi de inmediato lo tomé con fuerza por su cabello y, en medio de una mirada perspicaz de su parte, la moví hasta hacer que su boca cubriera por completo mi pene erecto.

   Paul se ahogó, pero traté de que eso no me importara mucho: como tenía el control de los movimientos de su cabeza, comencé a echarla hacia adelante y hacia atrás repetidas veces, para que así pudiera darme una mamada rápida.

   —Mmh..., mmh... —emitía diversos quejidos cada vez que lo hacía chupar con fuerza y, por supuesto, cada vez que el glande golpeaba el fondo de su garganta—. Mm...

   Lo solté con toda la brusquedad que mi mano pudiera permitirme. Él tenía una pequeña cantidad de saliva mezclada con pre-seminal que se escurría por su boca; y mi pene no era la excepción: un hilo de aquel líquido transparente salía del glande.

   —¿Qué estás esperando para hacerlo de nuevo, eh? —pregunté, tratando de ser lo más rudo posible aunque por dentro estaba cerca de decirle algo como: "¿me das una mamadita, por favor?" —. No te detengas.

   Respiró hondo, y tomó mi pene entre sus manos. Antes de succionar, deslizó el glande por la comisura de sus labios, como si se tratara de un bálsamo. Se lamió el rastro del líquido pre-seminal que había quedado adherido a sus labios.

   Sintiendo mi pene restregarse en el interior de su espacio bucal, llevé mis manos hacia sus mejillas y tomé su rostro. Acto seguido comencé a empujar mis caderas fuertemente, simulando unas buenas y constantes estocadas.

   —Agh..., agh... —jadeé, apretando mis labios. La rapidez con que empujaba era, sin lugar a dudas, muy excitante y encantadora. Un escalofrío recorrió la parte baja de mi estómago—. Mmh..., agh...

   —¡Mmh, mm! ¡Mhhm!

   Paul mantenía sus ojos apretados y su boca abierta, recibiendo las estocadas placenteras que yo le daba. Mi pene cabía perfectamente por el orificio que sus labios formaban. Ni muy grande, ni muy pequeño.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora