Capítulo XX

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   Todos me miraron desconcertados, pero la mirada de Paul tenía un toque de molestia evidente. Y sí estaba molesto porque, de inmediato, me tomó por el cuello y súbitamente me recostó contra la pared.

   Solté un leve quejido de dolor, y tuve que agarrarlo del la muñeca porque me estaba apretando el cuello muy fuerte, causando que la respiración se cortara.

   —¿Por qué me dices que hacer, eh? —formuló su pregunta con voz hostil, sin quitarme la mirada de encima—. ¿Y por qué mierda me parece que la estás defendiendo?

   —No..., no q-quiero más muertes. Es todo...

   —Entonces lárgate de aquí. ¿Para qué viniste otra vez entonces?

   Eso, más que la situación en la que me encontraba, me dolió. Me había causado una sensación horrible en mi interior, que no sabía describir perfectamente. Una vez más me había dado a entender que yo para él no valía mucho, o mejor dicho: nada. No valía nada para Paul.

   Cuando me quedé en silencio, Paul me soltó el cuello y me provocó tos. Estaba mirándome fijamente, pero esta vez no estaba tan molesto... Quizá se había dado cuenta que me había hecho sentir una mierda.

   —Sólo no quiero que la mates, ¿sí? Ella no lo merece; ninguna lo merece.

   —¿Y desde cuándo a ti te importa si lo merece o no? Agradece que no me la voy a coger, ¿y sabes por quién lo hago? Por ti.

   ¿Eso era bueno, bonito y hermoso? No. O tal vez un poco...

   —Así que agradece la buena causa, y deja que la mate de una maldita vez.

   Volví a mirarla porque sabía que ella me estaba viendo a mí. Sabía que yo era su último rayito de esperanza y que, de cierto modo, su vida dependía de mí. No sabía muy bien si podía convencer a Paul de hacerlo.

   —¿Podemos ir adentro hablar? —le pregunté.

   Él le lanzó una mirada rápida a George y a Stuart, y luego me miró a mí. Moviendo un poco su cabeza hacia adelante, me indicó que entrara. Lo hice, y a los pocos segundos él lo hizo también.

   Suspiré.

   —Paul, escúchame...

   —No entiendo tu interés por ella —me interrumpió efusivamente—. ¿Ya la conocías o qué?

   —No la conozco —contesté—. Sólo que ya estoy harto de que la situación se repita una y otra y otra vez. Ya estoy harto de tantas muertes violentas aquí.

   —Te lo advertí desde un principio, cuando regresaste, y me dijiste que no te importaba. Ahora no vengas con eso.

   —Pero, ¿por qué matarla si no le hizo nada a nadie?

   —Porque me gusta. —Un tono simple acompañaba su respuesta—. Y si me llamaste para hablar sobre eso, pues pierdes tú tiempo porque no me harás cambiar de opinión. Ella se muere sí o sí.

   —Podemos llegar a un acuerdo...

   Bufó.

   —¿En serio, John? ¿Quieres llegar a un acuerdo por ella? ¿Por qué coño te interesa tanto?

   Coloqué las manos sobre su hombro, intentando calmarlo; no resultó como esperaba, puesto que él se separó de inmediato, en un gesto muy grosero.

   —¿Qué tal si nos puede servir de algo, eh? —formulé la pregunta, buscando su mirada. Cuando se encontró con mis ojos, proseguí—: Puede ayudarnos. Puede ganarse su vida aquí.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora