Capítulo X

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   Su lengua paseaba por el interior de mi boca de manera desesperada y sus labios se movían de la misma forma. Sus dedos estaban incrustados en mi mandíbula, haciendo una ligera e incómoda presión.

   Yo no correspondía. Tal vez estaba tan impresionado con lo que había hecho que ni siquiera pude corresponder a lo largo de cinco segundos más o menos.

   Cuando él se separó de mí, yo todavía seguía con un semblante sorpresivo y con la respiración acelerada, igual que la suya. Y como si fuera poco, las maripositas en mi estómago no paraban de revolotear, al igual que las ganas de retroceder el tiempo para volver a corresponderle el beso como lo haría alguien de verdad.

   Paul llevó sus manos hacia mis hombros y me empujó con fuerza, haciendo que yo me fuera hacia atrás efusivamente. Mi espalda quedó en el suelo y mis piernas alzadas sobre la roca.

   —¡Auch! ¿Por qué hiciste eso?

   Se asomó, logró mirarme el rostro y esbozó una sonrisa juguetona.

   —¿No te gustó que te haya besado o qué?

  Deslicé saliva por mi garganta cuando escuché esa pregunta. Poco a poco me levanté, para así dar tiempo a mi cerebro de que procesara la respuesta... si es que tenía alguna.

   —No —sacudí mi cabeza en negación cuando, finalmente, mi trasero quedó sobre la roca otra vez—. No me molesto.

   Si hubiera sido otro chico, una mueca de asco estuviera estampado en mi rostro, seguido de la frase: "Lo siento, te equivocaste de persona."

   —¿Y entonces por qué no...? —Él mismo se interrumpió y apretó sus labios. Tal vez no tenía el valor de completar la pregunta, y yo noté eso enseguida.

   —No lo esperaba —le dije—. Las cosas sorpresivas siempre me dan en... shock.

   —Creí que... q-que no te había gustado —carraspeó. Comenzó a dibujar líneas en el suelo con su zapato izquierdo. Se veía tan tierno e ingenuo...

   —Sí —volví a decir, esta vez poniéndome de pie—. Claro que me gusto, sí me gustó. —Deslicé mi dedo por mi mandíbula, percatándome que ahí estaban las marcas de sus dedos—. Muy tosco, pero me gustó.

   Paul dejó escapar una risita de su boca, sin dirigirme la mirada y, seguramente, con su corazón a punto de estallar, al igual que el mío.

   Tomé aire, di un par de pasos hasta posicionarme frente a él, tomé su mentón con una delicadeza extrema y lo obligué a que me mirara a los ojos. Contemplé los suyos por varios segundos, queriendo decir cuanta cosa bonita que mi cerebro generara con respecto a él y a su físico que me parecía inmensamente atractivo.

   Todo aquello me lo reprimí porque no quería que me apuntara otra vez, ni mucho menos arruinar el momento que de alguna u otra forma era muy... romántico.

   Acerqué lentamente mi rostro al suyo, y mientras lo iba haciendo Paul cerró sus ojos para dejarse llevar por el momento tan envolvente y crucial como lo era ese. Sin esperar mucho tiempo y sin darle más larga al asunto, llevé mis labios y los posé sobre los suyos.

   Esta vez correspondí al beso de manera lenta, pausada y profunda. Acaricié cada centímetro de su mejilla mientras nuestras bocas danzaban y después recorrí mis manos hasta su cintura, donde accidentalmente toqué el bulto donde traía su arma: justo donde su espalda terminaba, siendo comprimida por su piel y pantalón.

   Pasé ese detalle y guié mis manos hasta su cadera, donde acaricié suavemente sin detener el movimiento de mis labios. Paul, por otro lado, había llevado sus manos a mi hombro y acarició mi cabello con suavidad.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora