No sabía la razón, pero me afectó. Me afectó todo eso que me había dicho, y lo peor era que yo era de los que creía que un "mísero beso", como él lo llamó, no podía cambiar sentimientos ni despertar otros. Pero lo hizo. Lamentablemente algo en mí había cambiado y mucho.
Mientras tanto, él comía las panquecas que yo le había preparado con tanto cariño. Ah, pero eso a él le importó una mierda, literalmente.
—¿Entendiste? —preguntó y alzó una ceja, luego de tragar.
—Uh, sí.
—¿Quieres?
—Son mis panquecas, por supuesto que sí.
En medio de una risita, picó un trozo de panqueca y me lo extendió, haciéndome a mí abrir la boca para recibir la comida. Mastiqué y lo tragué, sin dejar de verlo a los ojos.
Me sentía triste, y odiaba sentirme así por un ser cómo Paul, que no merecía ni la más mínima empatía por nada ni nadie.
—¿Te sucede algo?
Lentamente sacudí mi cabeza en negación.
—Estoy bien.
Me miró no muy convencido, y volvió a colocar el plato sobre la mesita de madera. Se levantó, se dirigió hacia el refrigerador. A los pocos segundos volvió con un cartón de jugo de naranja, el cual abrió y dio un sorbo. Me lo extendió e, igualmente, bebí.
—Eh, John...
—¿Sí? —alcé el rostro e hice que el marrón de mis ojos chocaran con el hazel—. ¿Qué sucede?
—Mmh... —se lamió los labios paulatinamente, como si estuviera pensando muy bien las palabras que iba a formular a continuación—. ¿Seguro que estás bien?
—Sí, sí lo estoy —le contesté, tratando de sonar creíble y convencedor. No entendía por qué se preocupaba tanto por mí, si hacía unos momentos me había mandado a la mierda—. ¿Por qué? ¿No parezco?
—Umh, no —sacudió su cabeza en negación, sin apartar su mirada del plato de panquecas que yacía sobre sus piernas. De pronto me miró y entrecerró sus ojos, como si hubiera llegado a la conclusión de algo sorprendente—. ¿Fue por lo que te dije?
Y vaya sorprendente.
—No. —Una vez más, negué con la cabeza. Le sonreí para hacerlo sentir mejor y despreocupado, a pesar que a él no le importó hacerme sentir mal a mí—. ¿T-Te gustaron? ¿Le faltó miel?
—No, no. Así está bien —picó otro trozo de panqueca y lo guió a mi boca—. Come.
Esperé unos segundos para abrir la boca y, en medio de una risita, masticarlo. En ese momento, Stuart salió de la recámara y se sentó repentinamente en el sofá, muy cerca de mí. Aún no se había quitado el pijama.
—John, tienes miel aquí —limpió la comisura de mis labios con su dedo pulgar, haciéndome sentir tremendamente incómodo—. Listo —sonrió.
—Ah... Gracias.
Gracias a eso, el ambiente se torno muy pesado. Paul no habló ni nos miró: se dedicó a comer.
—Ehm... ¿y George? —le pregunté lo primero que mi cabeza generó, porque no tenía sobre qué hablar—. ¿Todo bien allá?
—Sí —asintió, mientras el rubor se extendía por sus mejillas—. Volvió a dormirse.
—Lo... dejaste agotado —emití una ligera carcajadita.
Y no supe qué fue lo que hizo que Paul me mirara repentinamente: si la risita o lo que había dicho. De cualquier manera, lucía un poco molesto.
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A Thousand Tears and Stars ➳ McLennon
Fanfiction―¿Prometes no apuntarme otra vez si te digo algo... bonito? Él sonrió. A esas alturas no podía entender cómo un rostro tan angelical podía ser tan despiadado, perfecto y culpable de tantos crímenes. Paul se definía a sí mismo como el diablo, y yo lo...