Capítulo XXXVI

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   El vigilante me condujo hasta la sala de visitas, donde más de la mitad de las mesas estaba ocupada por presidiarios hablando con sus diversos familiares o amigos. Con el corazón latiendo rápido, busqué a papá con la mirada hasta que lo hallé sentado en una esquina, acomodándose la corbata roja y mirando con desprecio a su alrededor.

   Tragué en seco cuando nuestras miradas se encontraron. El vigilante que estaba detrás de mí se detuvo para que yo pudiera avanzar y sentarme en la silla naranja que combinaba del asco con mí uniforme penitenciario del que papá no estaría orgulloso.

   Cuando mi trasero tocó el plástico, sentí un desagradable escalofrío en el cuerpo al ver a papá deslizando su mano por su cabellera perfectamente peinada hacia atrás.

   Ni siquiera sabía qué decir o cómo comenzar la conversación. Papá y yo nunca habíamos tenido una relación cercana y, en la circunstancia en la que estaba, seguramente seguiría así.

   —Hola...

   Se veía molesto, claro que lo estaba.

   —¿Qué demonios haces aquí?

   Bajé la cabeza y me dispuse a mirar mis dedos mientras jugueteaba nerviosamente con ellos.

   —John, vi las noticias. —Apeló molesto, apuntando la mesa con su dedo índice y mirándome con el ceño fruncido—. Cuando me enteré que te habían expulsado de la universidad y que te habías mudado del departamento, creí que era porque estabas haciendo alguna otra cosa. Esperé tu llamada por días, pero nunca lo hiciste, así que creí que estabas ocupado trabajando o haciendo algo bueno y beneficioso —hizo énfasis en eso último—. ¡Y mira con lo que sales ahora!

   Me digné a mirarlo directo a los ojos. Suspiré para intentar aumentar la poquita paciencia

   —Ni siquiera te preocupaste por saber la razón por la que me expulsaron, ¿no es así?

   Él bufó.

   —¿Por qué más va a ser? Porque andas de vago, juntándote con quien no debes... ¡Y con ese! John, ese tipo es peligroso, y tú más que nadie lo sabe.

   —Papá, esa noche intentaron robarme y terminé secuestrado en los acueductos de Liverpool junto con el que tú llamas ese. Estuve diez días ahí, casi me matan y cuando por fin me liberaron, intenté continuar con mi vida normal pero ya todo estaba perdido.

   —¿Y qué hiciste?

   Hubo un silencio.

   —Volví... a ese lugar, con él.

   Papá rodó los ojos y, en un gesto de impotencia, llevó la palma de su mano a la frente.

   —¿¡Y POR QUÉ NO ME BUSCASTE!? ¿¡POR QUÉ FUISTE DONDE ELLOS OTRA VEZ!? ¿¡POR QUÉ NO ME LLAMASTE Y ME DIJISTE TODO LO QUE TE HABÍA PASADO!?

   Para ese entonces, una parte de los presentes tenía sus ojos y atención en nosotros, y, sobre todo, en la actitud eufórica y molesta de papá.

   —Porque tal vez no teníamos, o no tenemos, la confianza suficiente. Papá, entiéndelo, nuestra relación no es la mejor de todas y a veces ni siquiera nos soportamos cuando estamos juntos, como es el caso de ahora. Creí que te ibas a molestar, que no me ibas a entender... Creí que tal vez estabas ocupado con tu familia.

   Papá se quedó en silencio, mirándome atentamente y analizando cada palabra que le había dicho. Su semblante cambió de molesto a pensativo, y tal vez ligeramente nostálgico.

   —Pero tú eres mi familia, John. Eres parte de mí; eres mi hijo... —me dijo. El tono enérgico que tenía hacía un par de minutos atrás se había desvanecido, y eso, de alguna forma, había logrado tranquilizarme y hacerme sentir mejor—. ¿Cómo crees tú que te iba a dar la espalda en un momento así? Tal vez me hubiera molestado, sí, pero nunca sería capaz de negarte la ayuda. Podría haberte costeado una universidad y haberte pagado el departamento, pero tú siempre preferiste hacer las cosas solas, por tu cuenta...

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora