Capítulo XXVII

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   Unas caricias en mi cabello me hicieron despertarme y abrir los ojos paulatinamente. Lo primero que vi fue a Paul acostado a mi lado, esbozando una sonrisa tierna y causándome mariposas en el estómago.

   Qué bien se sentía despertar a su lado.

   —¿Cómo te sientes? —le pregunté, sentándome en la cama y cubriendo mi boca para dar un bostezo.

   —Me duele... —habló en voz baja. Su cuerpo estaba tenso sobre la cama e hizo una mueca de dolor cuando se acomodó para estar más cerca de mí—. Lamento si te desperté...

   —No, no. No hay problema —le dije, al tiempo que me levantaba. Miré el reloj, cuyo cristal estaba roto, que estaba colgado en la pared de la habitación y me di cuenta que se trataba de las ocho de la mañana—. Ya pasó el efecto, con razón tienes dolor.

   Me dirigí hacia la mesita de noche y de ahí tomé el bote de calmante, así como el vaso de agua que estaba por la mitad y que nos había acompañado durante la noche. Fui hacia él, extendiéndole el medicamento que aliviaría su dolor al cabo de unos minutos.

   —A las nueve el antibiótico —recordé—. Mientras tanto vamos a limpiarte eso en el baño, ¿sí?

   —Mmh, bueno... —me extendió el vaso de agua vacío y yo lo coloqué de nuevo sobre la mesita de noche—. ¿Dormiste bien?

   —No mucho. Estaba pendiente de ti.

   Él se sonrió un poco, a pesar que la mueca de dolor llenaba su semblante. Solté un suspiro y me incliné para darle un beso en la mejilla, para luego levantarle y extenderle mi mano para ayudarlo a levantarse.

   Soltó un jadeo al estar de pie y se quedo estático por un par de segundos, con una mueca ácida en su rostro.

   —¿Estás bien?

   —Ujum... —abrió sus ojos e intentó hacerse el fuerte, pero yo sabía que le estaba doliendo mucho—. ¿T-Tú no tienes frío? ¿Dormiste en ropa interior toda la noche? —Sabía que su pregunta era hecha con la intención de disimular su dolor.

   —No, no tengo frío... ¿Seguro que puedes caminar?

   —Sí...

   Pasé su brazo por mi cuello, me posicioné a su par y juntos nos encaminamos hasta la salida de la habitación. El baño quedaba a escasos pasos, cosa que nos benefició bastante. Al llegar, cerré la puerta con seguro e hice que se matuviera de pie al lado del lavamanos.

   —Vaya —Paul contempló el lugar con un gesto de asombro—. Ayer cuando me di la ducha no estaba así.

   —Lo limpié cuando te acostaste a dormir —le conteste, al momento que frotaba mis manos para hacer jabón y lavarlas—. Estaba muy sucio y ya que tu herida se limpia aquí, pues supuse que debería estar impecable. Además, sé lo mucho que te gustan las cosas limpias.

   Emitió una risita.

   —En eso tienes toda la razón.

   —Y los chicos anoche también limpiaron la sala y todo. Queremos que te sientes a gusto.

   —Me siento a gusto contigo, idiota, pero gracias por limpiar porque esto apestaba.

   En medio de una risita sequé mis manos con una servilleta y la tiré a la basura. Acto seguido me dispuse abrir la puerta del espejo manchado que estaba arriba del lavamanos, y antes de hacerlo observé mi rostro y parte de mi pectoral desnudo. Lucía demacrado y cansado, tenía ojeras, el cabello alborotado y tenía sueño.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora