Capítulo XXV

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   Nervios. Malditos nervios que no me dejaban ser ni estar tranquilo en lo que para mí era la peor de las situaciones. Estábamos a escasos metros del hospital, ya vestidos con las prendas de médicos forenses y listos para entrar.

   —Bien, bien... —Stuart nos habló, al tiempo que nos dirigíamos a paso lento hacia la entrada principal del hospital. Esta no estaba tan llena como la de emergencia, que era por donde Paul había ingresado—. Ya sabes, Ringo, al entrar nos dividimos y tú vas a buscar la forma de convencer o encontrar a un chófer para que traslade el cadáver hacia la funeraria, aunque en realidad no será así; también nos averiguarás donde está Paul, en qué habitación. Mientras, John y yo iremos hacia la morgue para acomodar las planillas, el acta de defunción y todo en general, ¿está bien?

   —Sí, está bien —asintió.

   —No podemos estar hablando mucho en los pasillos porque pueden sospechar. Hay que encontrar la forma de que nos topemos causalmente o de dejarnos mensajes en lugares estratégicos.

   A medida que nos acercábamos, mi corazón palpitaba con más fuerza aún. Gracias al cielo no habían podido ver nuestros rostros en momentos de crimen y esas cosas, puesto que conocían a Paul, sí, pero no al resto del grupo que trabajaba con ellos. No sabía si la policía era muy tonta o Paul muy astuto; o una mezcla de ambas.

   —Sí, sí —Richard habló como si lo que íbamos hacer fuera lo más normal—. Así como cuando yo les dejaba el LSD en otro lugar porque no iba a estar en casa. Sé sobre eso y tú entenderás mis señales.

   —Bien...

   Mi sangre corrió con fuerza cuando pasamos justo al lado de la patrulla de policía y cruzamos la puerta principal del hospital. Una vez adentro mis nervios amentaron de forma notable, y eso que creía que al menos se apaciguarían.

   Nos dividimos: Richard se fue 'supuestamente' al baño, y nosotros nos fuimos a la morgue. El tan solo pensar en el lugar se nos erizaba la piel, solo que a mí por miedo y a Stuart por gusto.

   El hospital estaba tan revuelto que todas las enfermeras y doctores iban de allá para acá murmurando cosas como oh, ¿sabías que está aquí? ¡está aquí mismo! Así que prácticamente pasábamos desapercibidos.

   —Ya sabes, John —me dijo, al tiempo que nos subíamos al ascensor—. Tranquilo, calmado. Todo va a salir bien. —Presionó el botón para ir a sótano, donde mayormente estaba la morgue—. ¿Tienes tu arma?

   —Sí.

   —Bien, lo más probable es que la usemos con el doctor encargado de la morgue. Tengo todo aquí —señaló su cabeza con el dedo índice—, así que no te preocupes.

   ¿Cómo no preocuparme? Tenía horas sin ver a Paul, y sabía que él y todos estábamos en peligro. Cualquier paso mal dado nos llevaría a la cárcel.

   —Está bien...

   Stuart me miró y esbozó una cálida sonrisa torcida. Mientras sentía el vacío en mi estómago por el bajar de la caja de metal, él colocó su mano sobre mi hombro.

   —Sé lo mucho que lo quieres. No te preocupes, Paul va a volver con nosotros.

   —Eso espero —solté un suspiro pesado—. Estoy nervioso.

   —Te confieso que yo también lo estoy.

   En ese momento la puerta se abrió, dándole vista a un pasillo ligeramente oscuro y de bajada. Al final se podía ver una puerta metálica de hospital. Tragué en seco. Para mí no era nada agradable todo eso.

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora