Capítulo XXVIII

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   La lengua de Stuart se deslizó por mis mejillas internas y su saliva se pasó hacía las profundidades de mi boca, dándome una sensación de asco severa al recordar las incontables veces que había besado/follado un cadáver.

   Me separé de él dándole un fuerte empujón que lo hizo resbalarse; tuvo que hacer piruetas para mantenerse en pie, y cuando intentó sostenerse de la mesita de la cocina, tiró al suelo el bote de mermelada. Aquello causó un estruendo.

   "¿Todo bien ahí?", la pregunta de Paul me puso los pelos de punta. "¿Qué sucede?"

   —Ah, nada —Stuart contestó con simpleza—. Se me cayó el bote de mermelada al suelo. No importa, hay más en el refrigerador.

   Paul tardó en contestar. Eso me ponía más nervioso de lo que ya estaba.

   "¿John?"

   —E-Estoy bien —tartamudeé—. Ya voy para allá con tu... c-con tu bebida...

   Limpiándome los labios con el borde de la camisa y con el estómago revuelto me dirigí hacia los cajones, saqué un vaso y luego volví al refrigerador para abrirlo. Con manos temblorosas tomé la jarra de zumo de fresa y lo vertí en el vaso.

   Acto seguido salí de la cocina en dirección al sofá, en el que me senté de golpe luego de extenderle el vaso a Paul. Le sonreí con aparente normalidad, mientras él bebía un sorbo de jugo sin quitarme la mirada de encima.

   —Le falta azúcar.

   Mi sonrisa se borró de inmediato. Eso significaba tener que echarle azúcar, y eso, a su vez, significaba tener que ir a la cocina, y eso conllevaba a volver a toparme con Stuart, y eso significaba tragedia en su máxima expresión. Todavía estaba asqueado de aquel beso que me había dado sin previo aviso.

   —¿Q-Q-Quieres que el eche? —tragué en seco, ganándome una mirada extrañada de su parte—. Porque pu-puedo ir y...

   —No, no importa —dio otro sorbo—. Me lo tomaré así. Tampoco es que está tan simple...

   Richard seguía mirando absorto la televisión pequeñita, mientras se llevaba puñados continuos de palomitas a la boca. En eso, Stuart se hizo presente en la sala con dos platos en sus manos.

   —Aquí está la cena —dijo sonriente, extendiéndonos los platos. Era tostadas con mantequilla y mucha mermelada de durazno porque la de fresa se había roto "accidentalmente"—. Disfrútenla. —Me miró y se marchó.

   Mi corazón estaba notablemente agitado. Me causaba mucha incomodidad la situación en la que me encontraba: un triángulo mafioso-homosexual del que había evitado siempre.

   Lo que más me asustó de todo, fue que Paul siguió a Stuart con su mirada hasta que este desapareció por la puerta de la cocina; solo hasta entonces se dignó a verme.

   —¿No vas a comer?

   —Eh, sí... —con manos temblorosas tomé una tostada y le di un mordisco pequeño. No tenía hambre—. Mhm...

   Paul llevó su dedo pulgar a la comisura de mis labios y limpió la zona, causándome más nervios todavía. Cada cosa que hacía era un motivo contundente para estarlo.

   El hecho de que él no supiera lo que había pasado allá en la cocina me hacía sentir bastante inquieto. Pero tampoco era idea que lo supiera, pero a la vez tampoco era la idea que no lo supiera. Increíble como un beso no deseado me hacía colapsar los pensamientos e inquietarme.

   —¿Estás bien, John?

   —Uh, sí —le di otro mordisco—. ¿Po-Por qué lo preguntas?

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora