Capítulo XXXII

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   Esbocé una sonrisa triunfante cuando miré la llaga totalmente cicatrizada. Luego de una semana entera de haberla curado como mil veces seguidas, había logrado ver, por fin, los resultados.

   —¡SÍ, POR FIN! —espeté de manera efusiva, mirándome frente al espejo del baño. Los días anteriores había sentido menos dolor y menos molestia, pero nada me causaba más alivio y alegría que ver la zona limpia—. ¡Paul, mira!

   El mencionado asomó su cabeza por la cortina del baño. Me resultó gracioso verlo con el ceño ligeramente fruncido y totalmente enjabonado, al igual que su cabello repleto de la espuma del champú de bebés que Richard había tenido que comprarle.

   —Estoy curado —sosteniendo mi labio inferior para dejar ver el lugar donde estaba la llaga, fui hacia él—. ¡Mira!

   Paul se sonrió un poco, rodó los ojos y cerró la cortina del baño para terminar su ducha. Seguramente tenía el culito con mucha espuma.

   "Sigue besando a Stuart."

   —No fui yo el que lo hizo, ya te lo dije —abrí la puerta del espejo y de ahí saqué mi cepillo de dientes, al cual le apliqué crema dental—. No estés celoso.

   "No estoy celoso, solo estoy asqueado", contestó. Un toque de molestia acompañaba su voz. "Detesto a ese inútil, en serio."

   —¿Cómo sigue tu herida? —formulé mi pregunta casi inentendible porque estaba cepillándome.

   "Yo diría que está perfecta", me dijo. "Esa madrugada que estábamos ahí encerrados creí que iba a empeorar porque estaba de una postura no muy cómoda y me dolía, pero no... Por suerte seguí mejorando."

   Deslicé el cepillo por mis dientes un par de veces más, para luego escupir la crema en el lavamanos y abrir el grifo para enjuagarme la boca. Cuando terminé, él estaba saliendo de la ducha con la toalla envuelta en la cintura.

   —Pero no me cambies el tema —sostuvo, cuando colocó un pie fuera de la tina. Me obligué a mirarlo y a darme cuenta que su cabello húmedo salpicaba gotas que caían a sus hombros y a su vez se deslizaban por su cuerpo—. Espero, John, que esto no se vuelva a repetir.

   —No sé por qué te molestas si sabes que no fue mi culpa —argumenté, al tiempo que desprendía de mi cuerpo la camiseta gris que usaba como pijama. Estaba listo para darme un baño y comenzar un espantoso día al lado de Stuart y Richard—. Fue él quien me besó.

   —Y tú te dejaste. Créeme que si hubiera sido yo...

   —Lo hubieras matado ahí mismo —lo interrumpí, sin dejar deslizar mi pantalón de conjunto por mis piernas hasta lograr quitarlo y, posteriormente, quedarme en ropa interior—. Lo sé. Pero yo no soy tú, y por ende reaccioné distinto a ti. Yo me asusté y me resultó muy desagradable eso, créeme.

   Paul se quedó mirándome a los ojos durante un par de segundos, luego de que yo terminara de decir aquello. No tardó mucho en soltar una ligera risita de su boca y, segundos después, estuvo frente a mí: enrolló su brazo en mi cuello para abrazarme, haciendo que nuestros cuerpos lograran juntarse. Mi pectoral se humedeció a causa del suyo.

   Le iba a decir algo, pero la puerta del baño se abrió de manera abrupta y Stuart entró. Nos dedicó una mirada sorpresiva, al tiempo que se acomodaba el bóxer, la única prenda que cubría las partes más exóticas y asquerosas de todo su cuerpo.

   Paul se separó enseguida y se giró para verlo, al mismo tiempo que aseguraba el nudo de su toalla. Le sonrió de lado. ¿Cómo podía ser tan hipócrita y disimular su odio hacia él?

A Thousand Tears and Stars ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora