Riley.
—Dylan Stone y Riley Matthews, necesito verlos después de clase. —Anunció el profesor a la vez que cerraba de golpe el cuadernillo en donde comúnmente guardaba la hoja de asistencia.
No le hizo falta hacer algo más, aquella obsoleta oración me había logrado poner los pelos de punta.
Giré mi muñeca solo para observar una descomunal mancha turbia sobre toda mi libreta, ¿cuándo había comenzado a sudar tanto de todas formas? La tinta lucía corrida. Pero supongo que ya no importaba, era el último día de escuela, y en cuanto tuviera oportunidad podría salir corriendo del aula e incinerar mis antiguos útiles.
Miré el reloj. Veinte.
Acomodé mi cabello. Pero segundos después mis manos lo posicionaron en el sitio anterior. ¿Saben qué hago cuando me pongo nerviosa? Enloquezco. Cojo el síndrome ansioso.
Quería concentrarme en las palabras de despedida que actualmente decía el responsable de mi estado de ánimo, pero era como si solo lo pudiera ver abriendo la boca sin que emitiera algo con sentido para mí. Después su cara se volvía difusa, y un minuto después, compuesta. Ciclo vicioso.
Mi mente había decidido concienzudamente poner en silencio al hombre, mientras ella preguntaba con voz fuerte, clara y concisa; ¿qué has hecho ésta vez Riley?
Pero sabía. Ambas sabíamos.
Sentí un escalofrío, de vuelta a la noche anterior. Estaba tan cansada, no había dormido durante toda la semana y aún me faltaba entregar mi último proyecto, ese al que le había dado tantas vueltas. Lo había dejado hasta el momento final porque era mucho más fácil que rumiarme la cabeza y hacerme telarañas los pensamientos.
Además él no me había mandado ni un texto. Y se suponía que era un trabajo en equipo. Podía hacer mi parte pero no tenía ni idea de qué es lo que haría él. El objetivo de esto era conocernos, y aunque podía señalar orgullosa que lo hacía, no tenía ni pizca del plan que él tenía.
Me senté sobre el ordenador y vi fijamente la hora durante unos quince minutos. Me quedaban diez para la hora límite que sentenció el profesor. No lo conseguiría, pero tampoco era como si me fuera a dar por vencida tan rápido. Se sentía como un reto personal.
Abrí el documento, y sin tener ninguna idea escribí:
Dylan Stone.
Y ese, sin lugar a dudas, era la causa presumible.
Sentía su mirada pegada en la espalda, quemándome. Ardía. Me ponía tan nerviosa como nunca había estado. Era eso. El conocimiento de que había hecho algo mal. Como cuando coges dinero de tu madre sin permiso y después ella quiere hablar contigo en tu habitación. La boca sabe agria, tanto como nuestras peleas.
Seguramente sería mi paranoia. Por eso me convenzo de echar una mirada sobre mi hombro, como se sienta en el fondo tengo que tirar mi lápiz disimuladamente. Lucas me lo ofrece de inmediato y ahí aprovecho la oportunidad. Y como hubiese deseado no toparme con esos ojos hiel perforándome.
Porque, sí las miradas matasen, esta dulce chica estaría probablemente tres metros bajo el suelo.
Me giré al instante en que nuestros ojos contactaron, porque te estaba viendo gritarme: es tu culpa. Pero aunque así lo fuera, no te debía nada.
—Señorita Matthews, ¿podría parar? Me tiene con los nervios a flor de piel.
Repiqueteaba inconscientemente la pluma sobre mi butaca. Un sonido agudo, irritante. En ese momento quise ponerme a chillar, ahí, delante del maestro que me veía con una especie de pena sobre su rostro.
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FRIENDS. -Girl Meets World
Fanfiction"Las personas cambian personas, no olviden eso." -En edición.