Pssst... Eso hacen los amigos, ¿cierto?

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Maya.

—¿Qué haces aquí? –Pregunto, abriendo la puerta y percatándome de la persona que se encuentra al otro lado del umbral, con esa sonrisa perfecta y una caja grande entre sus manos.

Jesús, tenía que ser él. Él quién estuviera llamando un sábado a mi puerta.

Cómo no. Hasta parecía una broma.

—¿Lo has olvidado ya? –Pregunta ahora él. Ladeo mi cabeza en señal de desconcierto.

Quiero gritarle que se largue. Pero ya he extendido los brazos para que me tome, así que qué más da.

—Vamos Huckleberry, no tengo todo el día. –Presiono. Incluso me he cruzado de brazos y me he recargado sobre el marco de la puerta. Mi pie golpeando rítmicamente el suelo. Él pasa una mirada descarada por mi cuerpo entero deteniéndose un momento de más sobre mis pantuflas moradas. Mataría a Riley después.

—Me gusta el conejito sobre tu zapato, sabes. –Ruedo los ojos y hago intento de cerrar la puerta, pero él se me ha adelantado, colocando su pie y deteniendo mi tentativa. Me doy la vuelta y comienzo a caminar hacia mi sala. Para mi sorpresa, Lucas me sigue todo el camino.

Deposita esa extraña caja de cartón sobre la encimera en la cocina, adentrándose como si de su propio apartamento se tratara.

Toma una manzana del frutero y la comienza a comer, mi señal para salir pitando en su dirección.

—Acabas de robar mi desayuno.

La manzana mordida queda suspendida a medio camino hacia su boca.

—¿Desayuno? –Pregunta molesto. ¡Molesto por amor de Dios! Como si no hubiese sido él quién me hubiera arrebatado medio dólar.

Asiento, y luego aprovecho su distracción para robar de sus manos mi manzana roja y pegarle un gran mordisco mientras me doy la vuelta satisfecha. Su saliva junto a la mía una vez más, quién diría. Casi la escupo. Contrario a eso he pasado mi lengua alrededor de ella, tan raro como eso suene.

Camino nuevamente hacia la sala, con él refunfuñando tras de mi. Me dejo caer en mi sillón.

—Eso no es un desayuno Maya. –Me sermonea. Prendo la televisión. –Ni siquiera tienes comida de verdad ahí dentro. –Subo el volumen. —¡Podrías coger una maldita enfermedad! –Duplico el ruido. Él desconecta el cable y luego lo lanza hacia el suelo.

—Deja de ser mi esposa. –Le digo. Luego coloco fuerte mis pies sobre la mesita de madera frente a mi.

—Estoy hablando enserio contigo.

—¿Te ha llegado la regla ya cariño?

—Maya...

—Dejaré la tarjeta de crédito sobre la mesa, cómprate un vestido mono. –Finjo un bostezo. –Trabajé hasta tarde me iré a dormir. Hasta luego, te amo, alimenta al cachorro.

Da un paso hacia mí mientras se señala. Oh no. —¿Has dicho que me amas?

Pregunta, porque sabe que me hará rabiar.

Ruedo los ojos. –Es solo comida Lucas.

—¿Sabes? Siempre te vi más flacucha que las demás.

—¡Wao! Huckleberry, sigue así, estoy a tres de saltar hacia ti. Tú si que sabes como tratar a una chica.

Se acerca hasta que llega al sillón café y luego, se deja caer sobre él de manera lenta, sin romper contacto visual conmigo. Yo por mi parte tampoco podía apartar la mirada de él.

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora