Un auténtico chico malo.

542 38 32
                                    

Riley.

—¿Qué puedo hacer para deshacerme de ti un sábado por la mañana?

Siseo a la vez que con pasos fuertes me dirijo a la ventana y la abro de golpe. El sol inunda en la habitación, impregnando con la brisa veraniega y dándome de lleno en el rostro.

Me mira serio. Lleva un cigarro en los labios y su chaqueta sobre los hombros. Sus gafas negras apenas y me permiten visualizar su rostro pálido. Sus labios se encuentran ligeramente rojos y mallugados, algunos cueritos a la vista.

Me cruzo de brazos y espero a por su respuesta.

Después de unos minutos al final dice: —Tampoco es como si fuera algo que quiero.

Luego se adentra en mi habitación llenando de barro mi tapete morado. Rodé los ojos pero me limité a callar, de nada serviría gritarle que justo acababa de lavarla y eso más bien me venía dando justo en el humor del que no disponía hoy.

—Linda playera.

Me comenta. Ni siquiera tengo que bajar la vista para saber a lo que se refiere. Traigo puesta la que alguna vez él me había prestado. Jesús, se sentían como años desde entonces. Asentí ligeramente con la cabeza.

—Al grano Stone.

Se levantó de la ventana (que al parecer era su nuevo sitio favorito ya que no se movía de ahí en sus visitas) y con una sonrisa de Cheshire se acercó a mí.

—Uh-oh. Alguien no está de humor. —Dijo maliciosamente.

Así que arrebaté el cigarro de su boca y tras dejarlo caer al suelo lo pise hasta asegurarme que se hubiera disuelto cada minúscula partícula de él. Sin dejar de retarnos con la mirada, siendo honesta esperaba sus manos sobre mi cuello o algo así, pero eso nunca sucedió.

Él volvió a sonreír.

—Estoy gratamente sorprendido.

Eso si me hizo elevar aún más la guardia. El hecho de que lo hubiera retado de esa forma y que él me estuviera sonriendo así, solo auguraban problemas seguros. Pero es que con un tío como Stone nunca se está seguro del todo.

Se veía orgulloso. Infló su pecho. —Deberías agradecerme.

Me limité a rodar los ojos, pero la pregunta no se hizo esperar. —¿Por qué?

—¡Te he enseñado a maldecir y a defenderte! Jesús, debes ser ciega para no notarlo. Casi puedo llevarte a las carreras de noche y dejarte unos minutos sola sin que te pongas a berrear.

Una sonrisa se escapó de entre mis labios y no pude evitar bajar la guardia de inmediato. Se veía como un niño pequeño, con su cabello despeinado, una sonrisa sincera y juguetona plasmada en su rostro y un hoyuelo asomando en su mejilla. Era curioso como podía verse de esa manera. Dios, si alguien me lo hubiese preguntado días atrás me hubiera espantado y muy probablemente reído, ¿Dylan Stone un chico tierno? No, eso sería exagerar. ¿Dylan Stone un chico, vamos, normal? Eso sí que me hubiera hecho estallar en risotadas.

Pero debía admitir que nuestra no-relación había dado grandes avances en los últimos meses juntos. Porque sí, no mentiría, el chico era una bestia grosera todavía, y aún sé que pondría sus manos sobre mi cuello por algo que diría sin pensar. Pero al menos ya lo veía sonreír más seguido, lo notaba más relajado y su ceño dejaba de fruncirse tanto.

¿Sería posible?

Corromper a Dylan Stone y volverlo alguien, ¿cómo decirlo? Menos él.

Negué con la cabeza. Aún cuando la posibilidad existiera y estuviera en mis manos no le cambiaría ni un pelo. El punto era que él tenía razón en algo: la gente no cambia.

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora