Capítulo IV

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"La rebeldía ante lo injusto es una de las más altas virtudes."

Blas Infante.

—¿En dónde diablos se esconde la maldita cafetería? —pregunta con desesperación Maya. Estira su cuello intentando ver por encima de las múltiples cabecitas en el pasillo, sin éxito. 

Riley se soba el estómago. No tiene ánimos para corregir sus maldiciones, pues si fuera un poco más parecida a ella seguramente estaría diciendo exactamente lo mismo. Desde la clase anterior se apoderó de su persona un hambre casi atroz, producto del montón de tareas y trabajos que seguían acumulándoseles, la ansiedad misma. 

Tuvo miedo de que su estómago se relevara en su contra y gruñera de forma que sus compañeros pudieran percatarse, ¡y eso sí que sería suicidio social! Pensó.

Lucas camina a su lado aumentando ya de por sí la intranquilidad en su sistema.

—Hey —dice relajado.

Está disociada. Su cerebro trabaja de una forma más lenta cuando lo tiene alrededor, es un efecto propio, característico de él. Sería la colonia que usaba que llevaba alguna especie de atontador. Atinó a sonreír y contestar el saludo. Ojalá no viera el manojo de agitación en el que se tornó tan repentinamente, no quería espantarlo. 

No se consideraba a sí misma como alguien con una intensidad casi obsesiva, pero tenía la impresión de que los demás sí la podrían percibir de esa manera.

Por un instante, finísimo y apenas perceptible, sus manos se rozan haciendo que las mejillas de Riley adopten un adorable tono carmín. ¿Era una locura pensar que le tomaría de la mano en ese momento? No es como si fueran pareja, pero tampoco eran precisamente dos extraños. ¡Incluso se habían besado alguna vez! Sí, casto y duró solo unos segundos, pero era contacto boca-boca. Y había sido su primer beso verdadero. El segundo en su vida, pero no le tomaba tanta importancia. 

Era retorcida su situación. El casi algo que esperaba que se convirtiera en su tan anhelada relación de princesa de cuento de hadas. Aguardaba cada gota de esperanza con la misma intensidad que el primer día que lo había conocido en el subterráneo. 

Lucas pareció no notar el contacto y de hacerlo lo disimuló a la perfección. Riley que estaba más que pendiente de sus movimientos ahoga un gemido de exasperación, ahogado por las risas de Farkle y Maya que los siguen desde atrás parloteando sobre algo de una película que vieron el fin de semana.

Para su tranquilidad encuentran la cafetería escolar a unos cuantos metros. Es en sentido contrario al gimnasio, en donde habían tenido su bienvenida hace tres clases.

Inmediatamente ingresan las sonrisas en sus rostros se ven reemplazadas por un sentimiento común de confusión.

Riley al darse cuenta de la situación susurra espantada —Jesús.

La mayoría de los alumnos de su curso se encontraban amontonados en una de las esquinas del comedor, como diminutas ratitas enjauladas. A su alrededor pululaban unos chicos mayores, tal vez del tercer grado, quienes parecían divertidísimos. Riley miraba por todos lados con una incredulidad casi palpable, no comprendía cómo los demás alumnos prácticamente ignoraban la situación y permanecían inmutados disfrutando de su comida.

Un joven grande y robusto toma las gafas de uno de sus compañeros y las arroja al suelo riendo junto con sus dos compinches.

Es la señal para que Maya se abra camino encolerizada hasta donde se encuentran. Farkle es incapaz de reaccionar, pues al igual que Riley, ellos son más bien analíticos, los que no se meten en problemas y buscan soluciones no físicas. Lucas es más rápido y camina detrás de la rubia intentando detener su imprudencia. 

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora