Prólogo

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"La amistad es probablemente la forma más común de amor."

Stieg Larsson

La escuela media concluye; birretes y títulos se alzan por los cielos. Nueva York se inunda de confeti con destellos en color ocre y plata. Las regordetas mejillas infladas de los graduados orgullosos atiborran los periódicos escolares. A la vez que los padres, satisfechos, divisan desde las gradas más altas del instituto Thomas Jefferson a sus hijos desfilando de a par en par.

Mientras tanto, un cuarteto de colegiales se escabulle del gentío hasta lograr ocultarse parcialmente entre un diminuto corredizo. Riley mira sobre sus hombros dos veces; pues de ellos, es la más titubeante.

Maya agita sus muñecas, restándole severidad a sus acciones. Es tan diminuta que apenas es percibida por los demás en aquel momento de congoja. —¿Tienes el aerosol Strawberry?

El joven más crecido del grupo se acercó nervioso con un retazo entre sus manos. Lo custodiaba tal cual fuese el objeto más preciado de todos. Se había encargado no solo de conseguirlo, con un familiar lejano, sino también de resguardarlo y trasladarlo, lo que, a su opinión, había sido la tarea más difícil de todas; esconderle de su perspicaz madre.

Se lo entregó a la menor en un impetuoso movimiento que casi terminaba de rebotarle en el rostro, pues le ponía de malas pulgas el sobrenombre que Maya eligió para él; a razón, su piel era tan traslucida que cuando se agitaba cogía el tono de una remolacha y por ese entonces, cuando recién llegó a la ciudad, tenía unas pecas de espanto a agradecer de sus jornadas calurosas en el campo.

—Creo que he cambiado de opinión —musitó entrecortado, queriendo recuperar el objeto de las manos de Maya, quien con agilidad lo escondió tras su espalda.

—Me parece que alguien es un cobarde —Maya cacarea remedando a una gallina.

Lucas achina sus zafiros esmeralda, extiende con severidad su mano y Maya entrega el aerosol que antes le habría dado. Se dirige a pasos agigantados hasta el mural frente a él. Apenas lo han redecorado la semana anterior. Farkle, el último miembro del grupo, que hasta el momento había permanecido en silencio, niega con la cabeza; es tan típico, pensó, adivinando la estrategia de Maya.

Agita el botecillo metálico. No puede creer que esté a punto de allanar una propiedad pública de esa forma. Si lo descubren seguramente le suspenderían del cole, ¿cómo se lo explicaría a sus padres? Tragó saliva. Alza el espray, carraspea su garganta, murmura, más para sí mismo en realidad —siempre nos contaremos la verdad. No importa qué tan terrible sea. Seremos honestos.

Después marca su inicial sobre la pintura blanca. Apenas visible. Ofrece el frasco a Farkle, quien desafortunadamente se encontraba a su lado. El hombrecillo le roza el hombro. Ajusta sus gafas.

—La lealtad es importante. Seremos confiables.

A continuación, Riley se acerca a él. Las trémulas yemas de sus dedos se tocan, siente un escalofrío recorriendo su cuerpo. No puede ejecutar la orden, sus acciones ya no le corresponden. Una gota de sudor gordo recorre su cuello. Siente la mano de Maya cubrir la suya. Sostiene su agarre. Sonríe de lado.

—Somos los mejores amigos, siempre ha sido y será de esa forma —suspira, virando una R —nos querremos siempre, nada podrá separarnos, ¿cierto?

Una lágrima se aventura por su mejilla morena. Maya traza su inicial, es la más bella de todas —amén.

Resuena la voz rigurosa de su directora por el megáfono. El cuarteto se apresura para envolverse en un abrazo vasto. El ambiente se aligera. Las risas los envuelven. Pareciera que ya se han aclimatado.

El bachiller no los destruiría, a pesar de las innumerables historias que habían escuchado al respecto.

Todo lo que necesitaban era permanecer juntos y serse leales pero, después de todo...

¿Sería eso realmente posible?

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora