Quererla de vuelta

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Riley

Pensé en dar vuelta más de una vez. De verdad que sí. Lo tenía en la punta de la lengua, pero una mirada al retrovisor me hacía callar enseguida. Creo que el chófer lo notó, porque entonces, sin pregunta alguna, apresuró el paso.

Hasta quince minutos después —¿Qué edad tienes?

Cuestionó. Me enderecé todo lo más que pude sobre mi asiento, aun cuando probablemente él no pudiera verme.

Y dije, Jesús, con una voz espantosa que había imitado de las universitarias con las que había pasado el rato mientras Maya hacía de las suyas con Josh: —18. Recién cumplidos.

No me creyó. Pero tampoco pidió mi identificación.

Creo que fue ese inconveniente el que me mantuvo con la mente dispersa el resto del camino.

Supongo que una diminuta parte en mí todavía seguía preocupándose de salir pillada de estos sucesos. Y luego pensaba una y otra vez: ¿Qué diré a mamá? Pero creo que tampoco importaba mucho en realidad.

Así que llegamos.

Se veía más tenebroso que de costumbre. Eran pocas las personas transitando allí, incluso el sitio del chico que normalmente cobraba en la entrada estaba vacío. Tragué saliva y salí del coche, mis zapatillas de piso contactando con el barro bajo ellas.

—¿Estás segura de que este es el sitio? —Cuestionó confundido el conductor. Tal vez dándome una segunda oportunidad de pegar vuelta y marcharme de un lugar en el que jamás debí haber pensado en ir para empezar.

Quería decirle que sí, segura. Como si hubiera estado ahí millones de veces y el sitio me inspirara la confianza que a él faltaba. Pero nada salía de mi boca. Ni siquiera era capaz de sacar del bolso dinero.

Estaba nerviosa.

Confundida.

¿Arrepentida?

Era eso. ¿Qué diría de todas formas? Se suponía que todo entre nosotros había sido aclarado la noche pasada. Y la anterior a esa. Y antes de esa otra. Se trataba de una especie de círculo vicioso que solamente yo estaba alimentando.

Me di cuenta de que tal vez era tóxico porque así quería que fuese. Si me hubiera alejado, dar dos pasos atrás, todas aquellas veces en las que él lo había sugerido, entonces no hubiéramos llegado hasta ese punto en primer lugar.

¿Yo era la tóxica?

Tal vez era eso.

Me introduje nuevamente al coche.

—¿Se encuentra bien señorita?

No le importaba. Era más bien desgano e irritación. Como pensando: maldita sea, por qué hablé con ella.

—No. —Hipé. —S-sí.

Alcé mi bolso, iluminándome con la luna. Todo ahí era verdaderamente oscuro. Saqué billetes, pero mi celular rodó hasta debajo del asiento del taxista. Cuando lo junto mi cara choca con el respaldo, y solo ahí diviso la cantidad de sudor que estoy sacando de mi sistema. Repugnante.

Vibra.

¿Es una señal?

Tal vez sea otra foto mía con alguien más.

La escuela todavía no termina de enterarse la clase de zorra que soy, al parecer.

Era un correo.


Por: Dylan Stone.

Para: Profesor Carter.


FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora