Epílogo

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La lluvia danzaba acompasadamente con la quietud del paraje. Fuera, las gotas se escurrían casi con dulzura, pasando inadvertidas. Dentro los pasillos se encontraban desolados, la madrugada había entrado silenciosamente y ahora, las enfermeras que doblaban turno iban por su quincuagésimo sorbo de café en el día. Mientras tanto un castaño se removía sobre la áspera camilla del hospital, a la vez que observaba, entre las rendijas de sus oscuros ojos, un sólido matrimonio desvanecerse de la mano de su lucidez. Había sido esa Doctora necia la que le había puesto contra su voluntad algo en el suero, y ahora, no lograba conciliar la vigilia. Dejo de luchar contra Morfeo, pero ante los bramidos estuporosos de su padre y el llanto ahogado de su madre, Farkle logró oír, antes de desvanecerse; Se irá a Suecia para no volver.

Lucas rehuía la mirada acusatoria de la madre de Farkle, Jennifer, desde el instante mismo en que había entrado. Que no tenía ni punto de comparación con las muecas de las que Stone se había hecho propietario gracias a Stuart Minkus. Ni siquiera entendía por qué seguía ahí de todas formas. Aguardando como un amigo preocupado por Farkle. Ahora entendía a Riley, para él, ese chico era hipocresía pura.

Quería marcharse pero no le parecía correcto, por lo menos no ahora que la discusión se encontraba de lo más acalorada. Además, el agua seguía corriendo y no había llevado dinero para coger un taxi. Esperó en silencio hasta que la madre de Farkle, cansada de los alaridos de su esposo, se ofreció a llevarlos.

Una vez cruzado el umbral el aire le caló los huesos, e instintivamente se cubrió con lo que había quedado de su esmoquin. Casi sonríe irónicamente. Se montó en el auto después de Stone, y una vez la madre de Farkle arrancó, se perdieron entre las calles solitarias de Nueva York. Intentó llamar a Zay, pero era la sexta vez que lo mandaba por el buzón, y él sabía coger las indirectas mejor de lo que le gustaría admitir. Mintió a Maya la noche anterior. No tenía programado ningún vuelo a Texas, pero al estar ahí, con Stone hecho piedra tan frágil y a punto de desquebrajarse, Jennifer llorando taciturna sobre el volante, sin sus amigos a la vista y con Farkle en el hospital, se percató de lo solitaria que la noche figuraba y él, sin remedio alguno para su triste corazón; compró un boleto a Texas sin retorno.

Despidiéndose de su belleza rubia. Por una última, final, vez.

En el otro lado de la ciudad una joven abría su apartamento, empapada hasta las entrañas de agua y sufrimiento. Maya se contuvo, pero una vez cerrada la puerta su bomba interna estalló; rompió el CD que mantenía de Taylor Swift por Riley, arrojó el cuadro más precioso que alguna vez hubiese pintado por el balcón, y golpeó la pared con tanta fuerza que sus nudillos sangraron y el marco de la foto que tenía colgada sobre Lucas se rompió en mil pedazos. Se escurrió por la pared, con las lágrimas corriendo por el piso. Ojalá pudiera arrancarse los ojos, sacar de golpe ese corazón tan atolondrado que tenía. Le pesaba tanto que no podía andar. Inconscientemente corrió a la habitación de su madre, hambrienta de un afecto perdido, de un abrazo cálido. De la falsa sensación de bienestar que solo una madre podría brindar; solo quería escuchar que las cosas se pondrían bien, que la sostendría cuando estuviera a punto de caer. Y al llegar, lo esperaba en el fondo; no había nadie ahí. Y ella, ya estaba cayendo.

Sonrió entre la miseria, pensando; la esperanza es para los estúpidos.

Riley cierra cuidadosamente la puerta, quiere gritar, pero el cuerpo de Corey rodeando al de Auggie la detiene. Espera sobre el marco de la puerta, ambos duermen plácidamente mientras el Rey León, la película favorita de su hermano menor, sigue corriendo, y el olor a pizza inunda sus fosas nasales. Se permite mirarlos durante mucho tiempo más, hasta que sus músculos agarrotados la obligan a sentarse sobre el pie del silloncito en el cual reposan. La mano de su padre roza suavemente su mejilla húmeda. Se petrifica. Quiere susurrarle que está tan asustada que puede lanzarse del primer balcón que pise, pero de alguna forma todo se siente tan incorrecto. Como si las piezas de un puzle dejaran de encajar. El rompecabezas de su vida. Repitió la película dos veces más antes de hacerse camino hasta su cama, y una vez ahí, con la cabeza dando vueltas, finalmente entendió que las cosas jamás volverían a ser como antes. Seguían su curso. Por eso no pudo resistir enviar a Topanga un mensaje de texto, suplicando: ¿puedo pasar las vacaciones de verano contigo... y Bart?

Menuda Judas.

Los chicos se están yendo.

La última farola se ha apagado.

El chico patético del insti conectado a una máquina de hospital por sobredosis. El gigoló cogiendo un viaje al otro lado del estado con el ego macho herido. La zorra fumando hierba en su habitación, pensando lo triste que se ha vuelto todo. Y una puritana, haciendo las maletas ante la desaprobatoria mirada de su padre, con cargo extra al infierno.


Ahora no tienen nada por lo que luchar.

Excepto, contra su propia naturaleza.

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora