Reconciliación

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Maya.

El reloj adherido a la pared blanquecina seguía su curso lentamente. Inimaginablemente despacio. Tortuoso.

Quería no sonar dramática al decir que sentía como aquel aparatejo se burlaba de mi en mi propio rostro. Con cada tic y toc.

Tenía la boca seca, pero el vaso de vidrio frente a mí se encontraba absolutamente vacío, y temía que al pedir otro, mi voz sonara tan desesperada como me encontraba justo ahora. Además, ¿qué hay si se resbalaba de mis manos? Llevaba tamborileando mis dedos desde hacía dieciséis minutos, veinticuatro segundos. Pero no me fiaba de ellos todavía.

Un último golpe seco sobre la mesa me hizo levantar la vista, solo para despistada caer en cuenta de que había sido yo solita quien había provocado aquel ruido, y con piernas temblorosas me dirigí hacia la ventana, que daba a una especie de estar para aquellos que querían pasar una velada más romántica. Lo había instalado hace poco Topanga, quien últimamente se le veía haciendo arreglos de un lado al otro.

Me crucé de brazos mientras observaba embelesada en el sol reflejar la más pura luz que había visto en mucho tiempo. Debía confesar que no me había permitido estar tanto al aire libre, o medianamente al menos, puesto que mis pies continuaban todavía puestos firmemente en aquel local que infinidad de veces había visitado, y que, sin embargo, no me ofrecía la misma protección que anteriores veces.

Aquí había crecido, había visto a mis amigos reír, llorar. Era como visitar los lugares que inevitablemente te hacen querer soltar un par de lagrimillas y una sonrisa honesta.

Pero hoy era distinto.

Y pareciese como si el local entero lo supiera ya, dándome la espalda como yo había hecho innumerables veces a las personas que me importaban últimamente.

El celular pesó diez kilos más en mi bolsillo. Sabía, oh, yo sabía. No podía seguir evitándolo. Tenía que hacer frente a Riley, Farkle, Lucas. A todos ellos. Se los debía. Pero aún no era tiempo, no me sentía preparada para contestar las llamadas pérdidas de mi mejor amiga todavía, aún no.

Me lo merecía, eso ni qué decir. Por eso era por lo que la vida se empeñaba en colocarme en trabajos escolares con el chico del cual todavía permanecía prendada. Ni siquiera terminábamos la labor de conocernos aún, y con el fin de las clases asomándose, no faltaba mucho para que el profesor nos pidiera el ensayo final. Jesús, ni siquiera en los avances nos había ido bien, sino todo lo contrario.

—Lamento llegar tarde.

Su voz sonaba agitada, como si hubiese subido veinte escalones para llegar a donde me encontraba. En Topanga's no había ninguno. No me giré puesto que no era necesario. Sabía de sobra a quién pertenecía aquella voz, que múltiples veces había escuchado atormentándome en mis mejores sueños. Coloqué una sonrisa de lado. ¿Cuándo había llegado a conocerlo tanto? De la manera en que supiera que ahora mismo su frente se encontraba perlada debido al ajetreo y sudor, y tenía puesta esa mirada interrogativa que solía poner cuando las cosas se salían del margen permitido para él y la normalidad.

¿Saben que sucede cuando conoces a alguien, de tal forma? Te cuesta doblemente olvidarlo.

Y considerando que es de Lucas Friar de quien hablamos, las cuentas de multiplican por cien diez veces más.

Sentí su perfume inundar mis fosas nasales, seguía usando el mismo aroma dulzón que se encargaba por sí mismo de atiborrar de recuerdos mi cabeza y de lágrimas mi corazón.

—No hay problema.

Solo que sí lo había, y ambos lo sabíamos. No podíamos permitirnos pasar más tiempo del recomendable juntos, porque todo a nuestro alrededor siempre tendría problemas grabado con neón. Particularmente a mí me desagradaba la idea de darme cuenta de la terrible, dura, e innegable verdad: Lucas se encontraba avanzando mientras yo me quedaba atascada en los recuerdos de un amor de preparatoria.

FRIENDS. -Girl Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora