Maya.
La tarde había pasado increíblemente rápida. Es decir, yo suelo ser la clase de persona que siempre se queja porque las manecillas del reloj avanzan a una lentitud tormentosa. Y no mentía, cada día, podía sentir mi cuerpo sofocado mientras escuchaba el tic tock. Casualmente siempre sucedía en la escuela. Coincidencias.
Pero esta vez había sido distinto. Después del extraño episodio con la madre de Lucas, que aún no lograba asimilar del todo, ella se había excusado sobre que tenía algunos pacientes todavía por atender. La mayor parte del tiempo me la había pasado asintiendo nerviosa tal cual chiquilla inquieta, porque desde que le había visto por primera vez, su presencia me había incomodado tremendamente. Y no era que fuera desagradable, al contrario, era maja y todo eso. Pero de vez en cuando, en el momento en que creía que no le veía, nos echaba algunas miraditas extrañas. Cada vez que Lucas decía algo de la escuela, y soltaba frases como —¿Cierto? Maya? O —¿Recuerdas eso Maya? Era como si todo encajara en un puzzle que se había armado ya. Ni hablar de cuando Lucas dijo —Maya pinta increíble. La chica tiene talento.— Fue como si de pronto, todo hubiera ensamblado tal cual imaginaba. Por supuesto que mis mejillas calientes y mis respuestas titubeantes no ayudaban como se suponía. Entonces, luego colocó un brazo sobre mi hombro y besó mi mejilla, para luego disculparse por tener que irse tan pronto. ¿Tan pronto? Recuerdo haber pensado. ¡Pero si había tardado millones!
Quería detenerla, tomarle del brazo y decirle, hey, no es lo que se imagina, Lucas y yo solo somos amigos. Pero mis pies se quedaron estáticos y clavados al piso. Sentía que tan pronto me había conocido, había leído todo dentro de mí. Y me asustaba a mares que supiera mi secreto, incluso si el secreto no fuera tan secreto después de todo.
No. No era eso lo que me hastiaba completamente ni hacía que mi tripa se revolviera.
No me importaba en lo absoluto que las demás personas se enteraran de mi quizá ligera severa obsesión por Lucas Friar, no, claro que no. Me asustaba que ella lo supiera. Mi mejor amiga.
El punto era que su madre nos había dejado y yo me había quedado como estatuilla parada mirando un punto entre mis pies, confundida con todo el asunto. Es decir, sabía que no debía involucrarme, que debería decir; Hey Lucas, tengo que ir de pronto a casa, verás, la regla me ha llegado ya. Pero por alguna extraña razón las palabras se quedaban atascadas en mi mente, porque ni siquiera hacían esfuerzo de llegar hasta mi boca. Y por extraña razón me refiero a que, una pequeña parte de mi quería quedarse con él. La parte masoquista que me decía que aprovechara todo cuanto pudiera a su lado, que no fuera estúpida. Mis piernas parecían estar de acuerdo.
Luego recordé que todo esto habría podido evitarse si cierto chico rubio no hubiera irrumpido un sábado en la puerta de mi casa con una caja entre sus manos. Lo que me llevó nuevamente al punto inicial.
— ¿Qué demonios hacemos aquí? —Pregunté, levantando mi vista del suelo y mirando sus ojos verdes.
Él pareció sorprendido. — ¿No lo has adivinado?
—No, Lucas, joder. Lo he adivinado ya, solo quiero que lo confirmes. —Solté, rodando los ojos.
—Querías hacer algo de caridad, ¿cierto? —Asiento, no tan segura del camino por el que el chico de Texas quiere andar. —Lo haremos. Aquí.
Mi ceño se frunce. Luego, todo aparece con claridad en mi mente, como un enorme rayo de luz.
— ¿No tienen comida aquí?
—Peor. No tienen compañía.
Había dicho él. Y eso fue lo único que necesito para tocar las fibras más sensibles en mi, así que le hice un saludo estilo militar y le ofrecí mi mano. Que él curioso aceptó. Como si esperara que yo fuese quien dirigiera, olvidando que era, ¿Cómo decirlo? La primera vez que me paseaba por allí.
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FRIENDS. -Girl Meets World
Fiksi Penggemar"Las personas cambian personas, no olviden eso." -En edición.