El regalo.

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Para mi sorpresa al llegar a casa me quedé un poco extrañada al ver que todo el mundo estaba vestido muy elegante y allí estaba Damien de nuevo.

Emir y yo nos miramos extrañados.

— ¿Qué está pasando mamá?

— Hija, ya llegaron. Tienes 15 minutos para alistarte, iremos a cenar a casa de los padres de Damien.

Mierda, el matrimonio es en serio con presentación de padres y todo. Maldita sea, no quiero ir.

Inmediatamente se me encendió el foco, puse mi mejor cara de enferma.

— Mami
— Dije con una voz suave de niña tierna. — No sé si pueda ir, comí algo en la calle que no me cayó muy bien y me duele el estómago.

— ¿En serio Gabriela?

— Si mamá, siento mucho no poder asistir.

— Si tú lo dices, está bien.

— Vuelvo en seguida, haré un té.
Volteé a mirar y Emir estaba muy entretenido hablando con Carol por lo que aproveché para ir a la cocina.
Estaba tomando agua de la llave mientras veía por la ventana y pensaba que el maldito Damien no se había detenido ni un momento para hablar conmigo.

Me asusté un poco cuando el cerró el grifo y dijo.

— Se está botando.

Miré el envase rebosado y luego a él.
— Gracias, ya puedes irte.

— Si, pero no lo voy a hacer.

— Ok, imbécil. Entonces me voy yo.

Tomó mi mano, pero me solté.

— ¿Por qué no irás?

— Porque no quiero.

— ¿Y por qué no dices eso en lugar de una estúpida mentira de niña de primaria?

— ¿Mentiras de niña de primaria? Señor sincero.

— Gabriela, no discutamos. Nuestras posiciones me recuerdan algo

Yo estaba justamente parado aquí y tú entraste, luego te acercaste y te pusiste allí donde estás ahora. De hecho, podría jurar que tenías ese mismo vestido.

Me pregunte que si quería jugar al decente por cómo te había mirado para luego disculparme.

Te diste la vuelta y caminaste hacia la meseta para poner el vaso en el fregadero. Y yo me puse detrás de ti.

Sus palabras hacían que recordará ese día como si fuera justo ahora. Él estaba abrazándome como aquel día.
Y susurró en mi oído la misma pregunta.

— ¿Quieres que sea indecente?

Maldita sea ya estaba excitada, pero no podía caer tan fácilmente. Me aparté de él.

— Gracias por el recuerdo, pero tú te vas para una cena con tus suegros y tu prometida.

Casi huí de allí y en el pasillo me encontré a Carol lo que me hizo pensar que si tan sólo le hubiera seguido el juego a Damien sería otra escena.

Dónde estabas cuestionó Damien y yo un poco agitada le contesté.
— En la cocina.

— ¿Por qué parece que estabas corriendo?

— Estás loco, claro que no. — Respondí con mi respiración agitada.

— Bueno. ¿Irás o no irás?

— Tú sabes que no.

— Se acerca tu mamá, muestra esa cara de enferma.

— ¿Te sientes mejor? — Esa cara de pena me hacía pensar que había creído todo.

— Un poco, pero me voy a acostar.

— Es que siempre te digo que dejes de comer cosas en la calle y no entiendes. ¿Qué harás, Emir?

— Me quedaré acompañando a Gabriela.

— No, Damien, puedes irte a casa, voy a estar bien.

Emir me miró raro, pero permaneció en silencio, Damien que espiaba la conversación alzó la vista y mamá al parecer no se dio cuenta.

— Está bien, me iré entonces. — Su cara de "me debes una gran explicación " lo decía todo. No veremos.

— Sí, gracias por el paseo. — Me acerqué, le di un abrazo y él correspondió.

— Nosotros nos vamos, si necesitas cualquier cosa me llamas. — Agregó mamá mientras Camilo la atacaba para salir de la casa.

Damien lanzó una mirada de complacencia al saber que me quedaría sola en casa. Y yo tras ellos salir cerré la puerta.

Caminé hacia mi habitación y como prevenida cerré la puerta. Me solté el cabello. Me quité el vestido los zapatos, el collar, los aretes.

Y sentí la libertad de andar casi desnuda la mi habitación. Trataba de alejar mis recuerdos lujuriosos junto a Damien, pero me era imposible.

Escuché mi celular y de inmediato fui a revisar, era un mensaje de Damien.

Dejé un regalo bajo tu cama para cuando me extrañes.

¿En serio? — Le escribí.

Y me dejó en visto.

Giré los ojos como no lo hacía hace mucho tiempo y la curiosidad empezó a invadirme.
Me preguntaba: ¿Será cierto lo que dijo? Así que me arrodillé en el piso para mirar y definitivamente había una caja. 

Mi Otra YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora