Devolución.

583 38 1
                                        

Saqué la caja rosa parecida a una de zapatos y de inmediato la abrí. En la superficie había un. T-Shirt negro con la la palabra Serendipity en blanco.

Guardé aquella palabra en una nota mental para buscar su significado.

Retiré el T-Shirt y luego había una especie de papel, también lo retiré y lo único que pude hacer fue mirar totalmente extrañada y sorprendida mi otra parte del "regalo" era una especie de aparato sexual.

No puedo dejar esto aquí, fue mi primer pensamiento. Aunque me sentí tentada a leer el manual de uso.

Lo voy a regresar sin duda alguna mañana a primera hora, pero mientras, necesito un lugar dónde esconderla y sobre el armario era perfecto.

                          (...)
Cuando la puerta se abrió para dejarme ver a un Damien únicamente cubierto por unos Jeans.  Al parecer no estaba sorprendido por mí visita.

—¿Así sales a recibir a los testigos de Jehová?—inmediatamente puse la caja en sus manos. No contestó a mi pregunta.

—Viniste a probarlo conmigo.—Dijo sonriente.

—No, solo vine a entregarte tu regalo, no hay forma de que deje esto en mi casa. —Contesté mientras entraba.

—¿Por qué? No me digas que tienes ese tabú.

—No, pero debes entender que no tengo donde guardar eso. — Hasta ahora iba caminando tras él como si fuera su seguidora.

—Puedes guardarlo aquí y de ves en cuando o cuando desees usarlo puedes venir.

—Te comportas como un idiota. No me has explicado nada de tu matrimonio y sigues intentando "seducirme" ¿Sabes qué? No me expliques nada tú y yo solo teníamos una relación casual.

—Ok, cambiando de tema. ¿No lo usaste?

—Claro que no. Ni siquiera lo destape.

—Creo que podemos devolverlo.

—¿Podemos? —Es ese momento en el cual entendiste el mensaje, pero necesita una repetición.

—Sí, me vas a acompañar.

—No lo creo. — Me di media vuelta para salir de allí, pero él me detuvo.

—Sí lo harás, buscaré el recibo.

Toqué mi frente reflexionando sobre porqué estoy aquí. ¿Para qué vine a su casa? Solo tenía que tirarlo.

Lo seguí a su habitación, me senté en una esquina de la fría cama. Lo veía buscar entre sus cajones de vez en cuando deslizando su mano sobre su cabello húmedo.

De repente se volteó hacia a mí con una sonrisa fingida.

—Hay problemas, no tenemos recibo. — Soltó sin pausas.

—Ok, esos son tus problemas. —Dije deslizando mi mano sobre la otra como limpiándome de la situación. De w

—¿Qué voy a hacer con eso?

—No lo sé, ¿Carol? —Agregue sugeriendo que podía dárselo a ella.

—No le daré algo que era para ti.

—Entonces te ayudo a buscar el maldito recibo. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—No sé, anteayer.

—Busca la ropa que tenías ese día, dime lugares para buscar, la bolsa donde te lo entregaron.

—La ropa ya la lavé, sé que no está ahí. Puedes buscar en los cajones del armario y yo veré las bolsas de la cocina.

Se quedó viéndome un momento como si recordara algo.

—¿Qué?—Hice una mueca.

—Voy a buscar.— Agregó al salir de su trance para luego irse trotando a la cocina.

Al abrir la puerta del armario mi nariz de deleitó al apreciar el rico olor de su característico perfume, recordé la vez que tuve que esconderme aquí, pero después me concentré en la búsqueda.

Habían 4 cajones, me senté en el piso para poder buscar mejor. En el primero habían papeles, ninguno relacionado a lo que buscaba. En el segundo, habían varías cosas correas y cosas así, todo muy organizado, por cierto, el tercero no quería abrir y el cuarto tenía demasiados papeles.

—¿Algo por allí? — Salté cuando su voz me encontró concretada y desprevenida.

—Idiota.

—¿Qué, creíste que era Carol? —Pregunto entré risas.

—Ja, Ja, que chistoso. Más bien debes venir a ayudar en lugar de hacer bromas estúpidas.
Aparté un lado junto a mí, dentro del  gran clóset.

—Como usted diga. —Se sentó a mi lado y empezamos a revisar.

Íbamos por la mitad, en silencio y sin siquiera mirarnos. Hasta que decidí poner un tema.

—Damián, la tercera no quiso abrir. ¿Qué ocultas allí?

—No lo sé, pero ten por seguro que no es nada raro.

—Eso yo no lo sé .

—Tampoco lo sabrás.

Volvimos a estar en silencio y con un montón de papeles regados.

—¡Me rindo!— Grité.

—Yo igual.
Nos apoyamos en la pared un poco hartos, intercambiamos miradas. Lo admito, que dicten mi sentencia, tenía ganas de besar aquella boca y más con lo de ayer. Ya sé que estaba jugando a la muy correcta y eso aburre demasiado.

Esta vez yo tomé la iniciativa. Me coloqué de espaldas hacia él y dije.

—Empieza por el cierre.
Levante me cabello para qué pudiera bajarlo con más facilidad. Me sorprendió que no dijo nada, solo se acercó a mí, deslizó el cierre y empezó con unos delicados besos en mi cuello y espalda. Yo terminé con el vestido. Sus manos recorrieron mi cintura y piernas. En pocos momentos aquel frío clóset había aumentado su temperatura.

¿Por qué quería negar que lo necesitaba?

Me volteé para que estuviéramos frente a frente, quería verlo, sus expresiones al sentirse poseído por mí, ver por dónde se escapaban sus jadeos, como decía mi nombre, cómo me veía y le gustaba.

Mi Otra YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora