Alianza del mal.

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Punzadas en mi cerebro que se hacían más agudas, eran parecidas a golpes de un mazo en una pared, con los ojos cerrados percibía la claridad, permanecí tranquila hasta que recordé que estaba en una fiesta, abrí los ojos de repente, esperando lo peor y afortunada o desafortunadamente estaba en mi habitación, pero no recuerdo nada de haber llegado aquí. Mi cabeza no quería seguir haciéndose preguntas, así que me levanté de la cama y con la misma ropa de anoche pero sin mis zapatos salí de la habitación. Todo estaba tranquilo como cualquier otro día, justo al final de las escaleras estaban mis zapatos y mi cartera estaba sobre el mueble en la sala, en la cocina había restos de desayuno, lo que quiere decir que mamá y papá podrían estar en la casa, confirmé que no cuando vi que sus autos no estaban, de manera que podía resolver este asunto sin que ellos se dieran cuenta. Tomé mis cosas que estaban regadas en la sala y subí las escaleras rápidamente, mi dolor de cabeza era soportable más soportable que mi repulsión al alcohol. Tomé dos pastillas con agua del grifo, acto seguido tomé un baño de agua fría como mis primos me contaban que hacían después de sus borracheras.

Me puse los primeros trapos de encontré y con mi cabello chorreando en mi espalda volví a la cocina. Preparé un té de las yerbas de mamá y me senté a tomarlo y pensar en qué había pasado.

Mis recuerdos eran: estaba aburrida y decidí venir a casa. Todo se cortaba ahí.

El timbre se escuchó y no podían ser mamá y papá porque ellos no timbrarían, me asomé a la ventana próxima a la puerta y vi que era Emir, claro, no me llegué a ir porque me quedé con él, pero... ¿Qué sucedió después?

Intenté arreglar un poco mi cabello y abrí la puerta.

—Hola. — Dijo al verme, él también tenía el cabello mojado, vestía un t-shirt blanco y nos pantalones negros holgados.

—Tú y yo tenemos que hablar—Me miró extrañado y cambié la frase.—mas bien me debes explicar que pasó anoche. Pasa. —Me hice a un lado y lo dejé entrar.

— No me digas que no lo recuerdas. —Dijo con un poco de risa como si fuera gracioso.

—No entiendo.—Dije mientras nos sentábamos.

—Sabía que iba a necesitar esto después.—Sacó su teléfono y me mostró algunas fotos bastante avergonzantes para mí, inclusive estaba sobre una mesa.

—No hiciste nada para detenerme.

—¿Qué no hice? Sería mejor, intenté de todo, pero tú no encontrabas la razón, cuando te cansaste de bailar y volviste hacía donde estaba y entonces fue cuando empezaste a llorar y me contaste todo acerca de tu debate sobre tu sexualidad, me hablaste de Gabriela y me pediste que te trajera a casa. Lo que me sorprende es que si sabías bien tu dirección.

—No irás a creer las palabras de una borracha.

—Ela, sé que me dijiste la verdad y no tienes que preocuparte, no le diré nada a Gabriela, yo también la encuentro extraña y con ese misterio de si sale con alguien o no, pero no creo que sea con su cuñado, no la creo capaz, mi Gabriela no es así.

—Eso es lo que decía yo.

—Si cambiaste de opinión debe ser porque viste algo que te hizo pensar de esa manera.

—Así es, de un tiempo para acá no confío en las palabras de Gabriela, descubrí que es una mentirosa que finje ser algo muy contrario a lo que es, tal vez para ti yo esté loca y correrás a contarle, pero ya no me importa porque no soy más su amiga. Sé que después me preguntaré, ¿Por qué rayos le conté todo eso a una persona prácticamente desconocida? Ahora no lo sé, pero me acabas de ver en uno de mis peores momentos, entonces supongo que eso te da algo de mi confianza.

—La verdad estabas mal, y te pido disculpas por no pararte cuando empezaste a actuar raro. Sé que será extraño, pero puedes confiar en mí, aunque haya sido borracha siento que eres sincera y cuando eres sincera automáticamente te ganas el corazón de este chico. Antes de empezar a creer que ella tiene una relación con Damien, volveré a intentar y si me decepciona entonces no habrá de otra.

—¿Tú crees? No es como que vayamos a hacer un espectáculo frente a su familia, solo le haremos ver que no somos los idiotas que ella suele engañar.

—Esto parece como si fuéramos una alianza de maldad.

—Somos una alianza de la verdad.

—Tal vez.

—¿Por casualidad había alguien en casa cuando llegamos?

Sostuvo su barbilla mientras pensaba.

—Despues de que vomitaste en la entrada...

—Por favor, muero de vergüenza, no me cuentes nada más de lo que hice.

—Está bien, no, no había nadie.
Suspiré aliviada.

—¿Cuál es tu preocupación?

—Digamos que salí sin permiso, en realidad fue con permiso, pero a un destino diferente al que dije.

—Eso está mal jovencita.—Dijo en tono de regaño.

—Lo sé, no lo volveré a hacer.

Mi Otra YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora