Capítulo 37

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Como lo había predicho, 15 minutos de razones por las cuáles no debo hablarle mal a Carol, podría afectarla emocionalmente, blah, bla, blah. No dije ninguna palabra porque sabía que sería peor.

Al llegar al Instituto vi 12 llamadas perdidas de Damien, ya me había olvidado de que debía avisarle. Entonces le contesté con un mensaje rápido.

Felicitaciones, no vas a ser papá.

Tras escribirle, guardé mi teléfono y me dirigí a mi aula correspondiente. Por desgracia o fortuna Rafaela estaba allí sentada a mi lado como en los viejos tiempos a excepción de que ahora sólo somos dos chicas que solían ser amigas.

— Este es un exámen fácil para alguien que estudio, especialmente lo que se trató en las últimas semanas. — Habló el profesor en voz alta mientras entregaba los exámenes.
—Sobra decir que si alguno osa molestar mi buena fe y paciencia su examen quedará anulado, un estudiante en su nivel no tiene la necesidad de hacer trampa ya "creo yo"  que son cosas muy básicas las que aparecen en el mismo. Dicho esto, buena suerte.

Era un examen de literatura de 6 páginas, interesante. Coloqué mi nombre, apellido y demás datos y me dediqué a leerlo. A pesar de no haber estudiado no estaba nada difícil, empecé a llenar según lo que sabía y justo cuando iba terminando la primera página el profesor llamó la atención.

—Rafaela, Gabriela, Arlene, Sabrina y Marcos, pueden entregar sus exámenes. — No me detuve a pensar nada, entregué mi examen y salí de aquella aula infernal.

Creo que mi mamá acertó por primera vez, tenía un hambre horrible, justo acaba de pasar algo bueno y venía algo malo. ¿Qué hacía Damien deambulando por el pasillo? Genial, no podía comer tranquila.

Casi corrí hacia donde estaba, los pasillos estaban vacíos porque la mayoría estaba en examen. Tomé su mano y no paré de caminar hasta que estuvimos afuera.

—¿Qué haces aquí?

— Vine a visitar a mi hijo.

— ¿Cuál hijo? Supéralo, no estoy embarazada.

— ¡¿Qué?! Deja de jugar, me dijiste que si hace 35 minutos justamente.

—Maldita sea, no puede ser. —Revisé el mensaje y decía lo contrario a lo que quería decir. — Al parecer no leí bien antes de enviar lo, pero eso no justifica el hecho de que estés aquí,

—¿Qué haces aquí?—Pregunté mientas miraba en todas direcciones.

—No quieres que tu novio me vea contigo.

—Mas bien,  no quiero que Rafaela nos vea.

—¿Quieres ir a mi casa? Allí podremos hablar tranquilos.

—Claro que no, no tengo buenos recuerdos de esa casa.

—Buenos no, excelentes.

—¿Sabes qué? Vamos. No quiero caminar hasta la casa.

—Accediste rápido, creí que tendría que utilizar mis mil y una técnicas de persuasión.

—Sabías que eres insufrible, no sé como pude acostarme contigo.

—¿Te digo cómo?— Preguntó con esa estúpida cara que hacía.

—Te crees mucho.— Musité y me subí al auto.

—¿Y ese carácter? Estoy seguro de que lo arreglo con algo.

—No me digas que con tu pene.

—Puede ser, pero primero esto. —Tomó una bolsa del asiento de atrás y me la pasó.

—¿Hamburguesa y papas? ¿Me crees tan básica?

—No sé si es básico o no, solo sé que es comida y tienes hambre.

En algo tenía razón, me gustan las hamburguesas y tenía hambre, pero como lo supo, tal vez adivinó. Me encogí de hombros y saboree la deliciosa hamburguesa. ¿Por qué el hambre hacia parecer todo más rico?

—Creí que tardarías más en el examen.

—Digamos que me exoneraron.

—Entonces de verdad eres inteligente.

—Si fuera inteligente no estaría no estaría aquí contigo, de hecho, si fuera inteligente no me habría metido contigo.

—¿Eso debería doler?

—No lo sé. En caso de que te pregunten, no fuiste a la escuela, me viste cuando venía caminando.

Cuando el auto se detuvo, tome mi comida restante y bajé antes de que él intentara hacer algo estúpido que estoy segura que haría.

Camine con rapidez para entrar a la casa donde en definitiva no había nadie, había olvidado que era un día normal de trabajo. Escuché la puerta cerrar detrás de mí y volteé a mirar.

—¿Dónde está tu prometida?

—Dijo que saldría con sus amigas.

—Claro, como ella no tiene otra cosa que hacer.
—La odias tanto porque está conmigo.

—Jamás, esto no es una rivalidad por un simple hombre, esto trasciende más. ¿Creiste que era por ti? De verdad te crees la gran cosa.

—¿Por qué eres tan dura conmigo?

Empecé a dar pasos lentos hasta llegar a la cocina. Me paré justo frente a la ventana y él se sentó frente a mí.

—No soy dura, solo pienso que deberías ser más consciente ya que te vas a casar y tendrás un hijo.

—No estés tan segura, estoy de acuerdo en asumir mi responsabilidad como padre, pero en realidad no estoy dispuesto a casarme con alguien que no amo.

—¿Qué estás diciendo, Damien? — Preguntó Carol, apoyada en el marco de la puerta.

Mi Otra YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora