OTRO DÍA

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Son las 8:30a.m., hora perfecta para comenzar la mañana con energía y sin apuro alguno ya web preparé todo para la universidad anoche.

Me levanto y me coloco mi calzado para dirigirme al baño a asearme y peinarme, luego bajo a la cocina y Max aún no se ha ido.

¿Habrá decidido entrar más tarde al trabajo?

Max está sentado en su lugar de siempre en la cabecera de la mesa leyendo el diario en la sección de departamentos donde, por lo que alcanzo a leer desde la mesada, trata de un complejo nuevo con cierto lujo listo para ser estrenado.

¿A caso nos mudaremos?

Camino hacia la mesa a sentarme al lado de Max tratando de ver más de cerca el anuncio e intentando adivinar sus intenciones de manera despreocupada, pero Max me mira de lado cerrando el periódico y me observa desayunar mientras come sus galletas de miel.

Sospechoso...

Los gemelos hacen su ruidosa entrada a la cocina haciendo que toda la casa se dé cuenta de que ya han despertado y tienen hambre.

Dejo mi desayuno a medio acabar y al igual que siempre, les preparo una chocolatada en sus tazas con formas de personajes animados junto con unos bizcochos que habían en una caja sobre la cocina; lo que desaparece en cuestión de minutos dejando en su lugar migas y manchas de la chocolatada en todo el desayunador. Me apresuro a limpiar mientras los niños van a su pieza a armar sus rompecabezas de 100 piezas que Samanta les compró para sus cumpleaños ya que, según ella, sus hijos deben resolver muchas más cosas y mejor que lo que hacen otros niños porque son cultos y no quiere que éstos sean unos brutos como los niños tontos que juegan con muñecos.
Osea... son niños... yo a su edad jugaba con muñecas.

Aun que, a mi opinión, recién tienen seis años y son demasiados chicos como para tanta presión, además jugar con muñecos no les haría nada malo su todo es parte de la niñez, pero ¿rompecabezas de 100 piezas? Es innecesario.

Cuando termino mis que haceres de la casa Max me pide que lo acompañe afuera. Juntos caminamos por el pastizal detrás de la casa hasta el rosedal de Samanta, que si no fuera por Max ya hubiera muerto por su falta de atención. Nos sentamos en un banco que da hacia la piscina mientras miramos los pájaros que comen las semillas del pasto.

- T/n quiero que hagas algo por mí.
- (Preocupada por lo que me valla a pedir le respondo rápidamente) ¿Qué sucede papá?
-Quiero que te sientas bien, que no pienses que tu trabajo es encargarte de todo aquí y que no puedes divertirte haciendo tu vida tranquila.
-Pero papá...
-No quiero que te sientas retenida en esta casa solo porque estoy yo aquí t/n. Quiero que estés bien. (Me dice interrumpiéndome)
-Papá estoy bien aquí y me siento bien, ¿qué es lo que sucede que me dices esto?
-Nada cariño. (Max se levanta y se va a su trabajo sin decir ni una sola palabra).

Decido ir antes a la universidad para estar algo más tranquila.

Subo las escaleras y me dirijo a mi habitación para cambiarme, tomo un jean de color celeste, una remera color blanco con unos detalles en encaje en la parte inferior, una campera delgada color beige que es algo larga en los costados junto con unas zapatillas color blanco que combinan con el atuendo. Abro un compartimiento del placard donde saco una mochila color crema con detalles en dorado y la empiezo a cargar con las cosas que ya había dejado preparadas para la universidad.

Luego agarro mi celular y me tomo el tiempo para chequear el New York Times y no, no hay nada interesante.

Al bajar para dirigirme hacia el auto noto a Samanta en la puerta de su oficina mirando mi atuendo.

¿Ahora qué hice...?

De seguro debe estar pensando en que soy una desalineada, ella opina que debería ir con traje a la universidad como en sus tiempos...

Como sea, me dirijo hacia la universidad por el rutinario camino de siempre solo que no sé por qué hay tanto tránsito, pero no me preocupo mucho porque voy adelantada.

Ok ahora si me preocupo.

Ya llevo en esta ruta más de lo que imaginaba y las filas avanzan a paso de tortuga, solo falta media hora para que comiencen mis clases y mis manos ya comienzan a transpirar de los nervios.

La próxima vez veré como está el tránsito en Londres antes de ver noticias de otro país al que ni recuerdo si quiera.

Trato de ver cómo salir del embotellamiento, pero estoy rodeada por vehículos donde los conductores al igual que yo empiezan a enojarse.
Llamo a Sam para pedirle que avise al profesor de la situación en la que me encuentro así no me da directamente por ausente.

Pese a la larga hora esperando para salir de la ruta, llego a la universidad y me dispongo a buscar rápidamente donde estacionar. Encuentro lugar algo lejos y a rayo del sol directo, pero ya no tengo tiempo para buscar más.

No me preocupo en correr porque ya sé que perdí mi clase cuando Sam me responde que el profesor no acepta tardanzas, por lo que me dirijo al Buffet a tomar un café porque la hora del almuerzo ya terminó.

Al entrar me siento en unos de los sillones junto a unas chicas a no más de dos metros de distancia y me pongo a leer el final de Romeo y Julieta.

Pobres enamorados, se aman tanto que pelean contra viento y marea para estar juntos. ¿Será así el estar enamorados, el querer dejar y dar todo por el otro?

La verdad es que ya no recuerdo lo que es estar en pareja, hace años que no estoy en una, mi última relación fue hace años y la verdad no fue muy agradable, todo era discusión y violencia, nada sano para ninguna de las partes. Pero ya no quiero recordar ese tiempo...

A mi lado se sienta una persona que me mira de lado, pero no me doy cuenta de ello hasta que se me acerca un poco más.

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