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El sol se ocultaba y el cielo se había tornado de colores dorados, como el oro, como aquella maldición llamada riqueza que a Tony no le recordaba nada más que la sangre de los inocentes que habían tenido la desgracia de conocerlo.

Le recordaban a Peter, a quien de manera estúpida había intentado ofrecerle todo y solo había logrado envenenarle la piel, manchándolo de sus desgracias, de su alma putrefacta.

Se encontraba junto con Jake y tres de sus hombres sobre una camioneta negra con vidrios blindados. Habían golpeado a muchos en la ciudad y hasta donde Anthony sabía ahora tenía más enemigos de los que nunca había tenido, pero había logrado sacar murmuros de las fétidas bocas de algunos y había entendido que a las afueras de la ciudad, en una cabaña de madera abandonada se encontraba Peter, a punto de ser asesinado como regalo especial para Stark por órdenes del sucesor de la mafia Newyorkina, una vieja venganza después de todo.

—Es aquella— informó Jake triunfante, apuntando a la lejanía hacia una cabaña. El conductor pisó el acelerador y todos cargaron sus armas, a excepción de Tony, que sólo quería entrar ahí y salvar al niño, aunque fuera necesario recibir un par de balas en el pecho.

Apenas las llantas dejaron de rodar Tony salió del vehículo disparado, y entró al lugar, parecía no haber nadie a primera vista, pero como si toda su alma se negara a tal hecho escudriñó visualmente el lugar, encontrando en un rincón a un pequeño bulto, con piel opacada por la suciedad, inerte, se le heló la sangre al pensar en su niño sin vida.

Se acercó a él y tocó su rostro, comprobando que era real, su niño no reaccionaba. Le quitó la tela que tapaba sus ojos y sintió que el alma se le regresaba al cuerpo cuando lo vió parpadear. Estaba débil, golpeado hasta el alma y lleno de sangre, pero con vida.

Se quitó el saco y tapó a Peter, lo cargó entre brazos y salió del lugar con él. A lo lejos se escuchaban disparos y gritos, pero no le importaba nada, porque tenía a su niño.

La vista de Peter parecía no querer enfocar nada, se veía demasiado borroso, demasiado lleno de luz y estaba muy débil para hablar. Pero reconocía ese corazón palpitante, reconocía su aroma, sus manos, era Anthony, lo había encontrado, y quiso llorar, pero las lágrimas no le salían.

Salieron de la cabaña y Anthony con decisión llevó a Peter hasta la camioneta que por el momento se encontraba vacía. Lo postró en los asientos traseros, tapándolo, parecía demasiado débil para mantenerse a sí mismo, un ángel agonizante.

Escuchó movimiento a su espalda. Giró y vio a Jake con sus hombres, tenían al presunto culpable atado de pies y manos, arrodillado cual condenado. Anthony sin hablar dejó a Peter y sacó de la cajuela un recipiente de un galón lleno de gasolina. Lo esparció sobre el hombre amordazado, bañándolo del líquido, sin un ápice de compasión, no reconocía al maldito, quizás era mejor así, no tendría la necesidad de matar a toda su familia por venganza. Jake sonrió, como el gato de Cheshire, reconociendo aquella mirada en Anthony, reconociendo al asesino, al monstruo de Nueva York. Le hizo un gesto a sus hombres y subieron a la camioneta dejando a Anthony y al condenado solos.

El culpable de las heridas de Peter intentó levantarse, intentó huir, Anthony sonrió.

—Nos vemos en el infierno— Murmuró Anthony aventado el mechero encendido hacia el hombre, dándole la espalda, dirigiéndose al automóvil.

Peter creía estar alucinando, pero sabía en el fondo que no era así, podía ver al hombre quemándose vivo, sus gritos desgarradores inundando el lugar, perforando su alma, su conciencia. Peter también quería gritar.

El joven llegó inconsciente al hospital en brazos de Anthony, era un hospital privado y lo atendieron en emergencias de inmediato. Horas después ya le habían conectado suero de manera intravenosa y se encontraba descansando, devastado por todo.

Sin embargo a pesar de que se encontraba dormido realmente no descansaba, en su mente se repetían una y otra vez los gritos del hombre que Anthony había quemado vivo.

—Anthony te quiere— había dicho Jake cuando lo visitó en su cuarto día en el hospital —Pero es un hombre complicado.

—Si me quiere... ¿Entonces por qué no ha venido? — preguntó Peter lamentándose

—Está ocupado— respondió Jake en un suspiro —Con eso de que me nombró accionista del cincuenta por ciento de su empresa ha tenido que mover mucho papeleo para quitar tu nombre y...

—¿Él... Él quitó mi nombre? — preguntó el menor acongojado, dejando de lado la gelatina que era su desayuno.

—¿No te lo dijo? — el menor negó con la cabeza — Bueno... Ahora soy socio de Stark Industries, la mitad de las acciones es mía y la otra mitad de él.

—¿Y él vendrá a verme?— preguntó en un murmuro, temeroso de la respuesta

—Yo no contaría con ello— admitió Jake— Ya quitó tu nombre de recepción, por lo tanto ya no tienes acceso a la empresa.

—¿Me prestas tu teléfono?— pidió Peter

—Claro, ten, ese es su número— indicó mostrándolo en la pantalla.

Peter marcó, sonó, una, dos tres...

—¿Bueno? — su voz con tintes graves, como Whisky en las rocas resonó por el teléfono, Peter contuvo el aliento de manera repentina

—Tony— su voz quebrada, herida —Soy Pe-Peter— escuchó el aliento del mayor seguido del vacío de un teléfono que anunciaba que la llamada había sido cortada.

Le quemaba el pecho, y las lágrimas comenzaron a brotar se sus ojos, rojos, llevó sus manos a su rostro, ocultando su dolor de Jake.

—Cuanto lo siento—respondió Jake tomándolo de la rodilla. Se levantó de su lugar y tomó su celular— Nos vemos niño— se despidió, saliendo de la habitación, dejando a un Peter con el corazón roto en su interior.

Azúcar En El Infierno (STARKER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora