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Habían pasado tres semanas desde que había salido del hospital, tres semanas en las que tortuosos gritos despertaban a May en la madrugada, productos de las pesadillas constantes que Peter tenía.

No sabía qué era peor, la vulnerabilidad que le había dejado el secuestro, el miedo y lo pequeño que se sentía al intentar salir de su casa o los gritos del hombre quemado atormentándolo noche tras noche.

Casi no comía, los huesos de su cadera eran notables, sobrevivía de té y poco más. Su mirada había sido sombrecida por las ojeras y ojos rojos que indicaban que en todo momento estaba a punto de llorar. Lucía tan débil, tan roto, era como un pedazo de cristal en el piso.

Había intentado contactarse con Tony, él siempre había sido su fuente de seguridad, solo entre sus brazos se creía capaz de afrontar todo. Pero ahora no estaba, lo había dejado, y solo quería un día más, un día más acurrucado entre sus brazos.

Lo había llamado de manera infructuosa, siempre sonaba tres veces y lo mandaba a buzón. Tenía demasiado miedo de salir como para buscarlo en Stark Industries. Además Jake había dicho que habían quitado su nombre y fotografía de recepción, por lo que su entrada al edificio estaba prohibida.

—Por favor contesta— pidió Peter con labios resecos y quebradizos, envuelto en una cobija mientras sostenía con firmeza el teléfono de la casa entre sus dedos, como si fuera algo sagrado, como si fuera un rezo —Por favor

—Vamos Peter, tienes que comer— murmuró May sentándose en el sillón al lado del menor. Le ofreció un plato de sopa.

—No tengo hambre May— respondió Peter rindiéndose, colgando el teléfono, abrazando sus rodillas.

—Hablé con la escuela... Te esperarán el tiempo que sea necesario, busqué al psicólogo, puede venir a casa si no quieres salir, además...

—May— interrumpió el joven— Por favor, no. Es que... no... no puedo seguir con esta vida, no tengo fuerzas...

—Solo intento que recuperes tu vida, cuidaré más de ti... Te prometo que no te volverá a pasar nada malo. Cambiemos de ciudad, comencemos de cero, olvidemos el asunto de Tony Stark.

Peter comenzó a llorar, no quería nada que no fuera de Tony.

—No puedo— susurró entre llantos —Cada segundo lejos de él me está matando

May lo abrazó a través de las cobijas.

—¿Qué tenías exactamente con Anthony? — preguntó May reconfortante, no parecía enojada, más bien preocupada

—Él me amaba— culminó rompiéndose una vez más, queriendo morirse, porque la muerte sería menos tortuosa que sentir como su corazón se rompía cada vez más.

La cabeza de May estaba en llamas, estaba furiosa, dolida, quería proteger a su niño y Stark era el causante de sus desdichas.

La mañana siguiente Peter se armó de todo el valor posible, había usado ropa limpia después de días, y de no ser por su evidente pérdida de peso podría verse decente.

—Iré a la escuela— afirmó Peter despidiéndose de May

—Espera, te acompaño— sugirió la mujer con una media sonrisa

—No. Esto... Esto lo tengo que afrontar solo— mintió, en realidad no quería salir, no sólo, no quería dar ni un paso fuera, y habría aceptado la oferta de su tía de no ser porque realmente no iría a la escuela.

Nunca antes había sentido terror al hacer cosas simples, como cruzar la esquina, volteaba hacia atrás cada diez pasos para asegurarse que nadie lo estaba siguiendo.

Había sido una real persecución contra su propia mente, había llegado corriendo al edificio Stark y entró sin pasar por recepción dirigiéndose directamente al ascensor. Alexandria, una de las manos derechas de Tony lo vio pasar y llamó a cuerpo de seguridad para que lo detuvieran.

Dentro del elevador Peter vio su reflejo en el metal. Parecía estar muerto en vida, quería ser más lindo para Tony, pero esto era lo único que quedaba de él.

Apenas se abrieron las puertas y Peter salió corriendo, dispuesto a entrar al despacho de Tony, esquivó a la secretaria y abrió las puertas con decisión.

Y lo vio, impoluto, firme sobre su silla de jefe, como si un escultor hubiera hecho con él su trabajo más detallado. Alzó la vista y lo miró fijamente, sus miradas se cruzaron y se habría puesto de rodillas en ese momento si se lo pidiera.

—¿Qué haces aquí? — su voz como trueno irrumpiendo en el centro de su alma

—Tony ¿Por qué no contestas mis llamadas? — el hombre rió amargamente, a diferencia de Peter, no parecía en lo más mínimo afectado por su separación.

—Creí que era obvio.

—No, no lo es, tenemos algo, tú me amas— las lágrimas amenazaban con salir. Los cuerpos de seguridad se posaron junto a Peter y lo sujetaron de los brazos.

—¿Creíste eso?— Tony reía, pero no parecía divertido — Solo fuiste la puta más cara que he tenido que pagar, casi me cuestas media empresa. No me interesa volver a saber de ti, si quieres dinero te lo doy, pero mírate... luces como un indigente al borde de la anorexia, como prostituta ya no tienes valor. No te quiero volver a ver.— Tony se levantó de la silla, mostrándose nuevamente como el jefe, el rey de Nueva York, el hombre que usaba lo que necesitaba para hacer crecer su imperio y lo que no, lo desechaba. —Llévenselo— ordenó seco casi con asco.

—Muerete Anthony— Respondió el menor envuelto en llanto, siendo arrastrado por los guardias.

Algo curioso pasa cuando te rompen el corazón, duele, y parece que te consume, se ve en tus ojos, se ve en tu piel, es un evento que se presenta de manera física. Pero cuando te rompen el alma es peor, lo sientes, como si un hueco se instalara en tu ser, es estar en un abismo sin saber salir, y sin que te importe salir. Como si arrebatan tu felicidad de golpe, y solo te queda aferrarte a lo que sea que te recuerda al pasado, en donde fuiste feliz.

—¡Jake! — gritó Peter siendo arrastrado a la salida al ver al hombre en recepción.

El mayor hizo un gesto a los guardias y se detuvieron. Soltaron al menor y se le acercó.

—Pueden irse señores, yo me encargo — avisó a los guardias abrazando al joven Peter

—Gracias — susurró Peter limpiando sus lágrimas —Fui un tonto

—No lo eres— Jake acarició la mejilla de éste —De hecho eres muy valiente al venir aquí, pero este ya no es tu lugar, vamos, te llevaré a casa— indicó tomando de la espalda al chico de manera protectora.

Lo guió hasta su automóvil, un nuevo modelo totalmente negro, le dolía el parecido que tenía con el de Anthony.

El recorrido hacia la casa del joven fue lento, Jake intentaba animarlo de manera infructuosa, pero le dolía siquiera pensar en Tony.

— Me sorprende lo rápido que has salido a las calles— mencionó Jake estacionado afuera de la casa de la tía May.

—En realidad estaba muriendo de miedo a cada segundo... Es horrible.

—No deberías hacerlo solo. A parte de May ¿No hay nadie más que te pueda cuidar?

—No— susurró Peter, recordando que alguna vez tuvo a alguien, pero que ahora la idea parecía muy lejana.

—Pondré dos guardias a cuidarte— informó Jake mandando un par de mensajes —No deberías afrontar esto solo, cuando te creas preparado para salir sin miedo ellos regresarán conmigo.

—Jake... No es necesario.

—Por cierto, hoy recordé que perdiste tu teléfono en todo ese drama— Jake abrió la guantera y sacó la caja de un celular similar al que había perdido —Es para ti.

Azúcar En El Infierno (STARKER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora