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Cap 12- El final es doloroso

Emilio Pov

Esta noche, los chicos iban a ver el video del partido del viernes en la casa de Diego Su mamá haría tacos y pastel de chocolate. Siempre lo hacía. Era algo que hacíamos cada semana durante la temporada de fútbol.

No planeaba ir. Hoy, por primera vez llegó la atención para enfermos terminales. Lidiar con eso era más difícil de lo que pensé que sería. La semana pasada papá necesitó tanto los medicamentos para el dolor que no estuvo lo suficientemente coherente para siquiera preguntar sobre el partido del viernes. Me senté en su habitación y de todos modos, se lo conté. Esperando que, en su sueño inducido por fármacos, me escuchara.

Que se sintiera orgulloso de mí.

Pronto, no sería capaz de sentarme en su habitación y hablar con él en lo absoluto.

Alejarme de la pesadez en mi casa era necesario para mantener la cordura. Tener a un extraño allí, al cuidado de papá mientras mi madre se sentaba a su lado, sosteniendo su mano; era demasiado.

Así que huí. Y me sentí culpable por ello.

Estacionando mi camioneta frente a la casa de Diego, me di cuenta de que era el último aquí. Probablemente todos pensaron que no iba a venir. Cuando entré, habría risas y bromas. Ninguno de ellos tenía alguna preocupación o dolor con el que lidiar. Todo era buena comida y fútbol.

Levanté mi mirada hacia la ventana que era de Diego antes de que joaquin se mudara. Me pregunté si ahora se hallaba allí o si comía tacos en la planta baja con los chicos. Si fuera por el, no lo haría. Pero si fuera por Ana , tenía la sensación de que se vería obligado a sentarse allí con ellos.

No sabía mucho acerca de Joaquín , pero lo observaba Tanto así que me daba miedo que alguien lo notara y dijera algo al respecto. Verlo aliviaba a mi mente. Incluso desde lejos el era suficiente para ayudarme a respirar. Me estaba volviendo dependiente de un chico que apenas conocía.

Pasos me sacaron de mis pensamientos. Me giré para ver de quién se trataba, y mi mirada la encontró.

-Diego no pensó que vendrías. Esta tarde, la tía Ana llevó a Diego aparte y le contó acerca de tu padre. Lo sabe. Diego se molestó y quería ir a verte, pero ella le dijo que te diera tiempo. Que tenías que contárselo tú mismo. -La dulce voz de Joaquín hizo que mi pecho se sintiera cálido. Eso ya no era algo que conociera. La frialdad se encontraba allí desde hace mucho tiempo.

Tenía el cabello chino de un color castaño obscuro despeinado y miraba hacia la casa como yo lo estuve haciendo. Había una paz que venía con su presencia. No lo comprendía, porque el llevaba mucha tristeza. Pero para mí, el traía paz.

-La atención para enfermos terminales llegó hoy. Se siente como el final -le conté.

Reclinó su cabeza y levantó su mirada hacia mí. Con mi metro ochenta, me alzaba sobre su metro sesenta. -el final es doloroso -dijo simplemente.

No suavizó las cosas. No me dijo que tenía que ser fuerte. Simplemente, fue honesto. Sabía que las palabras no significaban nada en este momento. Me acerqué y cubrí su pequeña mano con la mía.

-Me duele demasiado -contesté.

Me permitió sostener su mano mientras permanecíamos allí en silencio. Esto era lo que hoy necesitaba. Tenerlo a mi lado, sabiendo que comprendía.

-Gracias. Por hablar conmigo -susurré, como si alguien pudiera oírme.

Giró su mano en la mía y la apretó. -Estoy aquí cada vez que necesites hablar.

-No me hablaste hoy en la escuela -le recordé.

-En ese momento, no me necesitabas.

-Sí, lo hacía. Simplemente, no te diste cuenta de cuánto.

Se abrió la puerta de entrada de la casa, y Emilio alejó rápidamente su mano de la mía.

Diego se quedó mirando. Al principio, esperé que me gritara por estar aquí con Joaquín Pero luego vi que no había ira en sus ojos. Era tristeza. Se sentía triste por mí. Luego, la simpatía que no quería.

-Él te ama. Se va a sentir mal por ti. Permíteselo -susurró Joaquín voz baja, dudaba que desde donde se encontraba Diego se pudiera decir que el dijo algo.

Permíteselo.

Me dijo que debería permitirle sentir lástima por mí. Debido a que me amaba. Podía hacer eso. Tenía que hacerlo.

No había manera de evitar que ocurriera. Saber que existía una persona que comprendía mi dolor de una manera en que nadie podía hacerlo, era suficiente.

-Quédate conmigo -le pedí, sin apartar los ojos de Diego

-Está bien -respondió en voz baja.

Diego se acercó a nosotros. Joaquín se quedó a mi lado. Diego lo miró, pero solo por un segundo. Se concentró en mí. No sabía qué decirme. Sabía eso, porque si se invirtieran las situaciones, tampoco sabría qué decirle.

-¿Estás bien? -preguntó, mirándome con cautela. Como si en cualquier momento fuera a romperme. ¿No entendió que estuve lidiando con esto durante mucho tiempo?

-Sí -contesté, lo cual era una mentira, pero no iba a hacerlo sentir peor

Dejó escapar un profundo suspiro y pasó una mano por su cabello

mientras miraba hacia la calle. Estaba pensando. Quería que se lo contara. Lo sabía. Pero, ¿qué iba a hacer una vez que lo hiciera?

¿Decirme que lo lamentaba? ¿Que se encontraba aquí para mí si lo necesitaba? ¿No sabía que esas palabras sonaban sin sentido? No podía hacer nada por mí. No podía mejorar esto.

-Ha estado enfermo durante unos dieciocho meses -dije finalmente, sabiendo que era lo correcto-. En los últimos dos meses realmente se ha puesto mal. Los médicos lo enviaron a casa porque no hay nada más que se pueda hacer.

Diego cerró los ojos con fuerza y respiró hondo por la nariz. Esperé a que hablara. No estaba seguro de poder decir algo más. No quería hablar de ello.

Cuando abrió los ojos, me miró. -¿Por qué no nos contaste... o por lo menos a mí? Esto no es algo por lo que tengas que pasar solo. Habríamos estado ahí para ti.

Sentí los dedos de Joaquín rozar suavemente mi mano. En silencio intentaba animarme.

-No quería aceptarlo o hablar de ello. Contárselo a ustedes lo hacía real. Necesitaba seguir adelante como si no lo fuera. Pero ahora... no puedo seguir haciéndolo. Las cosas no están bien. Ahora es malo - expliqué.

Él necesitaba entender por qué le oculté algo tan importante en mi vida. Era mi mejor amigo desde que teníamos seis. Sabía que no comprendía esto, que no le contara. Pero era la manera que necesita para hacerle frente. -¿Qué puedo hacer? -preguntó Diego viéndose dolido.

Antes no había nada que pudiera hacer. Pero ahora se encontraba de pie entre algo... o alguien que necesitaba. Alguien que podía ayudarme.

-Déjame ser amigo de Joaquín . Solo amigos. El me ha ayudado en maneras que nadie más podría.

Lo miré y vi que sus ojos se abrieron ampliamente. No esperaba eso. Aquello hizo que su hermoso rostro se viera tierno. Por primera vez en mucho tiempo sentí ganas de reír.

-¿Quieres ser amigo de Joaquín? -preguntó Diego, sonando confundido-. No entiendo.

No lo entendería. Además, el no hablaba con él. No sabía cómo el sonido de su voz podía calmar el dolor. No sabía que lo que necesitaba exactamente era tener a alguien con quien hablar, que entienda el dolor que sentía. No necesitaba hablar con él o con cualquiera de los chicos. Ellos no lo comprenderían. Solo Joaquín.

MI VOZ / EMILIACO /AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora