Capítulo 22

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"Los celosos son los primeros que perdonan, todas las mujeres lo saben"

Fiodor Dostoievski

***

| Pierre |

Apenas cruzo el portal que me lleva de la sala al comedor para ver que en la mesa solo se encuentra mi plato y mi taza para tomar café, suspiro un poco decepcionado al darme cuenta que otro día más desayunare solo en la casa sin Alaska, ni siquiera escuché de nuevo la hora y el momento en que se levantó, se bañó, se arregló y se marchó del penthouse sin decir una palabra; es de esperarme su actitud cuando la defraude en el día de San Valentín e intenté evitar estar con ella cuando preferí salir por mis medios con otras personas en vez de prometerle a ella mi palabra, el costo de mi error ha sido un poco duro, más de lo que hubiera planeado y durado, pero no puedo negarme que la culpa es mía pero mis propósitos por no estar cerca de ella cada vez se hacen más seguros y es mejor que no le dé esa confianza de pensar que en el futuro podemos ser amigos porque también he tomado en cuenta que a veces los amigos cuando viven juntos pueden terminar en otra cosa.

Me abrumo en pensar en cómo podré soportar esto los siguientes ocho meses que nos quedan, apenas hemos cumplido ya un mes pero muy complicado, tanto que nos ha llevado a tener discusiones y descontroles que por lo visto siempre la más afectada suele ser ella; ni siquiera puedo creer como es que el ramo de girasoles que le envié termino en mi oficina y con una nota de "Vete a la mi*rda con tus regalos porque no los necesito" escrito por ella; aun no entiendo que es lo que más me sorprendio, tener que haber recibido ese ramo de girasoles una hora después de haberlo comprado o haber leído su nota el cual me dejo sorprendido al saber que su reacción con mi regalo de disculpa no fue nada bueno como me lo esperaba.

Apenas termino de comer y me levanto pronto para dejar los platos sucios en el fregadero, busco algún recipiente de comida en la encimera de la cocina pero no hay nada, así que molesto porque de nuevo tendré que pedirle a mi secretaria que compré mi almuerzo me marcho. Musito muy bajo varias maldiciones, mi día no puede comenzar peor; por más de dos semanas ya me estaba acostumbrando que Alaska siempre me dejará el almuerzo hecho para llevármelo al trabajo pero desde que se desperdició su lasaña, esa fue la última vez que probé su comida.

Es impredecible no acostumbrarse en vivir con una persona en un corto tiempo; mayormente siempre disfrute de mi soledad en mi casa, tanto que no había nada que cambiara en mi rutina diaria, pero con la llegada inesperada de Alaska todo termino por girar como una rueda en mi vida, tener que compartir el mismo espacio con ella, verla todos los días, saber que siempre tendrá la cena en la noche y hasta hace dos días, llevarla a su trabajo... Lo único que aún no acostumbro es tener que dormir con ella, lo menciono porque siempre me quedo aproximadamente una hora de más despierto, mirando hacia el techo y siempre creyendo ese miedo que ella puede hacerme daño... Dios, bendito miedo a ser acosado o asesinado por la noche, sé que no es normal que esto me vuelva a estar sucediendo pero aunque trate de mentalizar que Alaska no me hará daño siempre mi subconsciente aparece diciéndome que me mantenga alerta con cada mujer que quiera hacerme daño de forma inconsciente o conciente mientras que me encuentre distraído, ya fue suficiente con mi pasado para ahora tener que volver a recaer en lo mismo, cuántos meses no fueron de ayuda psicológica para volver a creer que en este mundo está dividido entre personas buenas y personas malas; eso sin decir de los pánicos y pesadillas que tenía por las noches y que cada vez me mantenía en estado de alerta con escuchar pequeños ruidos que provenían dentro y fuera de mi casa. Desde esa vez, dejé de confiar en las mujeres, solo puedo verlas de forma sexual, no puedo ver más allá de ellas sin creer que una de todas pueda hacerme un daño reversible del cual sino muero puedo quedar de nuevo paralizado con el ataque.

Amores Perdidos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora