Rosemarie -o como prefieren que le llamen-, Rose, tiene el corazón roto después de que su ex-novio le pide matrimonio a otra mujer. Su amiga, Lissa, se lleva a Rose a un viaje a Portland. Mientras estaba allí, a Rose la secuestran a punta de pistola...
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PDV Rose
— No debiste de desafiar así a Mia —reprendí.
— ¿Qué? ¿Por qué? Tú siempre me dices que tengo que aprender a enfrentarme a la gente y no permitir que me intimiden. Pensé que estarías orgullosa de eso —murmuro Lissa.
Después de la discusión con Mia, ambas nos fuimos a nuestro piso a trabajar.
— Y estoy orgullosa, pero hubiese preferido que lo hubieras hecho en otra ocasión —dije.
— ¿Por qué? No había mejor ocasión que esa.
— Liss, dijiste que yo, Rose Hathaway iba a exponer el tema de la revista al ruso loco —señale.
— ¿Y qué tiene de malo?
— ¡Que no sirvo exponiendo! —exclame.
— No seas exagerada. Lo harás bien —animó.
— No soy exagerada, soy realista. La última vez que te acompañe para exponer un tema, termine gritándole una maldición al hijo del posible socio en esa ocasión.
— No fue tan malo —murmuro Lissa, tomando una cartulina de las tantas que se encontraban en un tambo.
— Tenía 8 años y el hombre se enojó que juro nunca hacer tratos con Dragmas —señale.
— Bueno, sí, metiste la pata una vez, pero eso fue hace dos años y todo fue solucionado.
— Liss —me queje.
— Rose.
— Soy la persona más impaciente del mundo. Detesto cuando la gente no comprende a la primera algo, y no quiero arruinar nada esta vez —me cruce de brazos.
— Si, pero también eres una chica que ama los desafíos, en especial cuando son contra Mia. Te conozco, amas ganar y obtener lo que te propones. Eres Rose Hathaway, la rebelde sin causa que consiguió graduarse de la preparatoria aun cuando hizo tantas salvajadas —Lissa dejo una carpeta sobre la mesa y se acercó—. Olvidas aquella exposición en la clase de Alberta después de que nos escapáramos.
Sonreí. ¿Cómo olvidarlo?
— Yo estaba segura que no conseguiríamos lograríamos memorizar todos los temas, pero tú te aferraste a hacerlo y lo conseguimos. Y sí, quizás terminaste arruinando la exposición al lanzarle la cartulina a Ralf, pero le insististe tanto a Alberta para que nos permitiera repetirlo. Lo volvimos a hacer y esta vez nadie resulto herido, obtuvimos un diez y salimos victoriosas de ahí. Como siempre, gracias a Rose —sonrió al terminar su relato.
Es verdad. Yo era la obstinada, quien se aferraba a algo con tanta intensidad que al final conseguía lo que quería. ¿Por qué ser diferente esta vez?
— Bien, lo hare. Haremos que Mia se coma sus palabras —sonreí con malicia.
