Rosemarie -o como prefieren que le llamen-, Rose, tiene el corazón roto después de que su ex-novio le pide matrimonio a otra mujer. Su amiga, Lissa, se lleva a Rose a un viaje a Portland. Mientras estaba allí, a Rose la secuestran a punta de pistola...
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PDV Narrador
— Oye, mamá, tengo que dejarte porque tengo... Algo que hacer. Hablamos luego.
Rose colgó.
Janine se quedó un momento analizando todo. Aunque trataba de decirse que había soñado todo, una parte de ella estaba consternada. ¿Que si había ocurrido realmente?
— Señora Hathaway, ¿está bien? —preguntó Lissa.
Janine la observó.
— Sí, Vasilissa. Todo está bien —aseguró.
Más tarde, salió de casa y inspección la puerta de la entrada. No parecía que hubiera sido forzada, así que desistió y se aseguró que todo lo había soñado. Se dio la vuelta dispuesta a entrar a su casa, pero algo hizo que se detuviera.
— Adrián. Vaya, no esperaba verte por aquí.
Atravesó todo el jardín hasta llegar a la valla, y abrirle la puerta a Adrián.
— ¿A qué se debe tu visita? —preguntó Janine, amablemente.
— Buenos días, señora Hathaway. ¿Se encuentra Rose?
— Ah, no está aquí —negó.
— ¿Sabe dónde se encuentra?
Rose observó por última vez el jardín, antes de volver a ingresar a la casa.
¿Dónde está el libro negro? La única ventaja que tenía, era que estaba siempre cerca de Dimitri, así que a donde sea que vaya Dimitri ella se encontraba y, en alguna de esas ocasiones, el libro estaba en ese lugar. El problema era el tiempo. No tenía tiempo, y el vídeo era el claro ejemplo de ello.
— ¡Rose!
Rose salió de sus cavilaciones, y observó a Dimitri. Estaba dejando el último plato de comida sobre la mesa.
— ¿Estás bien? —preguntó.
Rose asintió.
— Sí, solo estaba distraída.
— Bueno, entonces siéntate a desayunar —pidió. Rose tomó asiento frente a Dimitri—. Quiero llevarte a un lugar después.
Rose sonrió levemente.
El desayuno paso rápido y, cuando menos lo pensaba, Rose se encontraba caminando hasta un gran bloque de piedra en medio de un prado.
Era una lápida.
«Aleksandra Ivanov», leyó.
Rose recordó haber escuchado ese nombre por parte de Adrián, hace tiempo.
— Él mato a Aleksandra, la persona que decía amar —espetó Adrián.
— ¿Por qué? —la pregunta salió en un susurro ansioso.
